En las últimas semanas, la administración del presidente estadounidense Donald Trump ha implementado una serie de medidas que endurecen significativamente la política genocida de su nación hacia Cuba, revirtiendo los muy limitados avances que pretendió aplicar su antecesor Joe Biden en las relaciones bilaterales en la última semana de su mandato.
El 21 de enero de 2025, el nuevo inquilino de la Casa Blanca reincorporó a la nación caribeña en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo, revocando la decisión tomada por la administración anterior. Esta acción carece de sustento en hechos, y ha sido repudiada por la comunidad internacional, y especialmente por el pueblo cubano, que sufre los efectos de las restricciones económicas impuestas a los estados incluidos en el documento del Departamento de Estado.
Además, Trump firmó una orden ejecutiva para habilitar 30 000 capacidades en la ilegal base naval de Guantánamo, con el propósito de detener a inmigrantes indocumentados que son considerados peligrosos.
Estas medidas han generado una respuesta contundente del gobierno cubano. El primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez calificó la reincorporación de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo como un «acto de arrogancia y desprecio por la verdad», y afirmó que esta acción confirma el descrédito de los listados y mecanismos unilaterales de coerción del gobierno de Estados Unidos.
Asimismo, la decisión de envíar inmigrantes a la cárcel de Guantánamo, suscita el rechazo de la comunidad internacional, y en especial de los habitantes de la nación caribeña porque se trata de la utilización de una parte del territorio cubano ocupado en contra de la voluntad soberana del Estado y el pueblo de la Isla. Además, organizaciones humanitarias han señalado que esta prisión es conocida por la tortura, el horror y las condiciones deplorables de instalaciones en las que se opera al margen del sistema migratorio estadounidense.
Sin dudas, se trata de acciones que representan un retorno a políticas de confrontación y aislamiento que en nada favorecen las relaciones de Washington y La Habana, a la vez que muestran la naturaleza inhumana de la actual administración norteamericana.