La mayoría abrumadora de 187 votos aprobatorios a la resolución “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto por Estados Unidos a Cuba, efectuados en el escenario de la ONU, revela el reconocimiento y respaldo vigoroso de la comunidad mundial, al derecho de vida de la población cubana.
La voz de Cuba en la persona de su canciller, Bruno Rodríguez, validó más fuerte que nunca su posición determinante ante la abominable política hostil de la gobernación norteamericana, empeñada en aniquilar la economía del país y someter al pueblo por hambre.
A diferencia de la verdad portentosa de la realidad de la nación, como consecuencia directa del nefasto manejo estadounidense, la representación de ese país, emitió un discurso mentiroso, infame y ofensivo, al intentar desmentir el criminal bloqueo, por más de seis décadas y recrudecido desde el episodio de la pandemia hasta los momentos actuales.
El enviado de la Casa Blanca recomendó a la ONU, entre otros improperios a que inste al Gobierno de Cuba a escuchar al pueblo y a sus aspiraciones para determinar su propio futuro. Ese proceder no sorprende a los cubanos, que conocen de la perversidad del responsable principal del sufrimiento del pueblo; un pueblo que tiene definido el cumplimiento de sus sueños, a partir de su esfuerzo y crecimiento real y efectivo ante los difíciles obstáculos.
La denuncia casi unánime de todos los países presentes echaron por tierra los atisbos engañosos y de maldad, imposibles de enmascarar, porque la verdad asumió su liderazgo y nuevamente Cuba obtuvo una victoria rotunda, donde la solidaridad fue protagonista del abrazo.
Como ha dicho Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, “continuaremos nuestros esfuerzos transformadores en la búsqueda de salidas al cerco que nos impone el imperialismo estadounidense y de vías para lograr la justicia social que merece nuestro pueblo”.
Más temprano que tarde el levantamiento del bloqueo se hará realidad, porque para los mismos opresores será insostenible, no por la vergüenza del juicio moral a escala mundial, sino porque los efectos malsanos también se revertirán contra su propia política.
La intervención explícita, convincente y acusatoria del canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, cerró con la frase: ¡Dejen a Cuba vivir sin bloqueo!, que devino sentencia del pueblo heroico y estremeció al escenario, con el respaldo omnipotente de la humanidad que dice: ¡Basta!
