Los estudios arqueológicos avanzan –discretamente- en Santiago de Cuba, gracias al empeño de un grupo de jóvenes de la Oficina del Conservador de la Ciudad; las acciones académicas por la Universidad de Oriente y el apoyo más reciente del Centro Educativo Español de La Habana con el Centro Cultural Francisco Prat Puig.
Falta integración multifactorial, asimilar nuevas tecnologías y conocimientos de gestión y de intervención arqueológica, sobre todo, en el entorno marino, apoyo real a los jóvenes investigadores y patrocinios, a juzgar por la amplia gama explorada en una ciudad de más de 508 años y una región de mucha historia pre-colombina, revelaciones y un caudal de hipótesis.
Esos antecedentes motivaron mucho al español Francisco Prat Puig, natural de La Pobla de Lillet (Cataluña, 1906- El Caney, Mayo 28, 1997), aquí consagró su afición por el rescate y conservación de muchas ruinas y otros valores casi intactos de la Antigüedad Clásica, la Edad Media y la América Prehispánica y Colonial.
El inventario arqueológico aumenta con las indiscutibles piezas prehistóricas, celtas y romanas, al punto que tras la muerte de Francisco Prat se supo del amplio número de cuadros, estatuillas, monedas, manuscritos, vasijas, búcaros y herramientas primitivas que llegó a rescatar, a pesar de su militancia antifranquista, y formar una familia en la “infatigable” ciudad de Santiago de Cuba donde murió en 1997, en el poblado El Caney, allá “…donde las frutas son como flores”; a juzgar por el escritor y radialista apasionado Félix Benjamín Caignet, padre de la telenovela actualy el rescate musical de Miguel Matamoros.
La connotación actual de la arqueología en Santiago de Cuba, está en las joyas arquitectónicas rescatadas y los estudios que hizo aquí Prat y que devienen en íconos de la ciudad por su historia, cultura y sociedad, por ejemplo, La Casa de Don Diego Velázquez, hoy Museo de Ambiente Histórico Patrimonial, ubicado en el entorno del parque Céspedes; la Casa Natal de José María Heredia, el Fuerte de Yarayó y del nuevo edificio del Ayuntamiento de la ciudad. El Museo de San Pedro de la Roca -Castillo de EL Morro-; las ruinas de Los Cafetales Franceses en la Gran Piedra y el propio Museo Arqueológico en las alturas de Quintero, además, sus aportes desde el punto de vista teórico como fundador de la Universidad de Oriente y su desempeño como Catedrático de Historia del Arte.
El mayor impulso al desarrollo arqueológico en Santiago de Cuba fue al calor de las transformaciones por los quinientos años de la ciudad, dondequiera que se iba a iniciar una inversión arquitectónica, sea edificación o rescate, primero se priorizó el levantamiento arqueológico lo más profundo y certero posible, por ejemplo, en la casona o centro de interpretación de la cultura cafetalera de la Oficina de Conservador de la Ciudad (OCC); la exploración en todo el entorno de la Ruta del Café en los predios de la Gran Piedra, además, la participación directa y con resultados muy evidentes en el Festival del Caribe, en Expocaribe, en foros, seminarios y conferencias académicas nacionales e internacionales, por citar algunos ejemplos.
Aquí como en la capital, gracias a la arqueología se han descubierto cerámicas ordinarias o de tradición aborigen, diversas porcelanas, lozas finas europeas, piezas de metal (clavos, bisagras, hebillas, candado, cuchillo y proyectiles) y vidrios (botellas, frascos de medicina y vasos).
Los estudios arqueológicos no se detienen, pero urge la protección del patrimonio tangible que se desentraña; la necesaria red con el encadenamiento multidisciplinario, principalmente, en frentes claves como la geología, antropología, sociología, construcción, espeleología, unión de historiadores, cultura, volver a Fernando Ortíz, Francisco María Nazario Ximeno y Fuentes, Francisco Prat Puig, Fernando Boytel, Antonio Núñez Jiménez, entre muchos célebres más.
“Quienes nos dedicamos a ejercer la profesión y a influir en el plano docente de la especialidad, no tenemos una formación académica de pregrado en dicha ciencia, hecho que impide contar con bases formativas homogéneas”, afirma el Doctor en Ciencias Históricas Ulises M. González Herrera, del departamento de Arqueología del ICAN. “Tal realidad, explica en parte el gran eclecticismo teórico que caracteriza actualmente a la práctica arqueológica nacional”. (Ver: “A debate la Arqueología en Cuba: La importancia de saber quiénes somos”. En Cubadebate, 8 noviembre 2016
El reto no es fácil, si tenemos en cuenta que Santiago de Cuba, en el inicio de la década de los noventa, pleno período especial, tenía “128 sitios arqueológicos aborígenes”, de esos, “poseía un 59,3 por ciento destruidos” (según el Atlas Arqueológico 1995; Hernández Godoy, 2012; Fernández 2016).
Y es que “En cada ciudad antigua existen historias ocultas debajo de capas de sus piedras, argamasa, ladrillos, sedimentos no homogéneos y, más recientemente, de estructuras de hormigón. Fuera del escrutinio del transeúnte curioso, velado, en las profundidades del suelo, se hallan restos biológicos, componentes minerales y objetos de la vida cotidiana, a la espera […]”