La III Feria Internacional del Transporte y la Logística, celebrada recientemente, ha marcado un hito esperanzador para el sistema de transporte en Cuba. Con la firma de 136 acuerdos, contratos y memorándums, el país avanza hacia la modernización de un sector clave para su desarrollo económico y social. Santiago de Cuba, municipio con la mayor población del país, podría verse especialmente beneficiado por estas iniciativas, que prometen inyectar innovación y eficiencia en un sistema hoy diverso y complejo.
Eduardo Rodríguez Dávila, ministro de Transporte, destacó durante el evento proyectos emblemáticos como la primera terminal de ómnibus eléctricos en La Habana y la adquisición de 20 unidades similares para movilizar trabajadores de la aviación. Estas acciones no solo reflejan un compromiso con la sostenibilidad medioambiental, sino que abren la puerta a replicar modelos similares en Santiago, donde la demanda de transporte supera las 50 mil personas diarias debido a su dinámica población flotante.
Aunque los desafíos persisten (como el alto costo del combustible, las piezas de repuesto y la proliferación de precios informales), la feria evidenció una voluntad política y empresarial para transformar el sector. La posible llegada de tecnologías limpias, como los ómnibus eléctricos, podría aliviar la presión sobre las rutas urbanas y ofrecer alternativas más asequibles. Incluso las guaguas estatales arrendadas, que hoy operan a 5 pesos, demuestran una flexibilidad en la gestión que, con mayor regulación, podría equilibrar costos y calidad.
Es cierto que persisten prácticas irregulares, desde el incumplimiento de normas viales hasta el hacinamiento en vehículos. Sin embargo, la integración de inspectores populares y la futura aplicación de medidas derivadas de los acuerdos firmados apuntan a un escenario de mayor control y eficiencia. La clave, como señalan las autoridades, está en “cambiar lo que deba ser cambiado” y combinar inversión estatal, participación privada regulada y tecnologías innovadoras.
Santiago de Cuba, con su vitalidad y desafíos únicos, tiene ante sí la oportunidad de convertir su transporte público en un ejemplo de resiliencia. Los proyectos anunciados, sumados a una mayor exigencia en la gestión, podrían devolverle a sus calles no solo movilidad, sino también dignidad. El camino es largo, pero cada paso (como esos ómnibus eléctricos que pronto rodarán en La Habana) acerca a la ciudad a un futuro donde el transporte sea, más que un problema, una solución compartida.
La sociedad santiaguera, conocida por su fortaleza, merece un sistema que refleje su dinamismo. Con decisiones audaces y colaboración, las calles de esta tierra heroica podrían pronto narrar una historia de progreso.