Va Abdala, como a la batalla del poema martiano, poniendo marcas de vida en los brazos de Cuba. Sí, la Isla sitiada va haciendo lo que no han podido incluso naciones desarrolladas, no bloqueadas. Tiene un principio que es vocación: salvar. Y cuando no tiene los recursos que otros le niegan, salva con lo que le sobra y nadie le puede bloquear: la sensibilidad, el humanismo.
Un deceso en Cuba estremece, y para impedirlo anda con prontitud, pero sin improvisar, sin forzar nada ni ignorar convención o protocolo alguno. Para salvar la vida tiene que haber vida, y nada hará para ponerla en riesgo.
Abdala y Soberana 02 son todavía candidatos vacunales. Pero sus estándares de eficacia y seguridad no provienen del entusiasmo, sino del rigor científico del estudio. Porque hablan bien los ensayos, Cuba, por sus hijos, dio luz verde a la intervención sanitaria en curso, primero con Abdala, entre grupos vulnerables, incluidos todos los trabajadores de la Salud, héroes de esta batalla. En pocos días han sido inoculadas 184 000 de las más de 474 000 personas que recibirán las dosis, es decir, cerca del 40 % de la cifra total prevista.
Certeza y previsión marcan los días de esta operación por la vida. Como el Abdala martiano en la defensa de Nubia, Cuba, por sí misma, realiza una proeza. Se blinda la salud con dosis de inmunidad y de autoestima nacional. Pueblos amigos la admiran, e inflaman sus esperanzas con la esperanza de Cuba. Saben que mientras se salva, salva. (José LLamos Camejo )