Sembrar en casa, desde una conciencia ambiental y saludable

Santiago de Cuba, 23 jun.— Por estos días se multiplica la convocatoria de las principales autoridades del país para potenciar la agricultura urbana y familiar, bajo la máxima de que sólo tendremos lo que seamos capaces de producir.

El coronavirus da una tregua en Cuba, pero deja a su paso una esquela de desafíos, sobre todo económicos que, en nuestras circunstancias, nos cuesta el doble remontar.

Por suerte tenemos un clima privilegiado, tierras disponibles y fuerza de trabajo. Aprovechar cada pedacito de tierra debería ser no sólo un imperativo para la supervivencia, que lo es; sino uno de esos buenos hábitos que nos hadejado la pandemia.

Estaríamos hablando de cultivos totalmente naturales, sin semillas transgénicas, fertilizantes, ni pesticidas químicos, favorables para la sostenibilidad de recursos medioambientales como el agua o el suelo.

Alrededor del mundo se pone cada vez más en tendencia la producción y el consumo de estos alimentos. Se les llama indistintamente biológicos, orgánicos, o ecológicos.

Lo cierto es que el cultivo “minimalista”, ese que hacemos en casa, elimina la necesidad de almacenes y los intermediarios entre el campo y la mesa. Así, se asegura la frescura imprescindible, por ejemplo, en el maíz para que sus azúcares no se transformen en almidones.

Es una tendencia natural del desarrollo que prevalezcan las urbanizaciones, pero es nuestra responsabilidad, encontrar una forma sostenible de articular los edificios con la naturaleza.

Según las cifras compartidas en la Web por autoridades del sector, el 70% de los consumidores adquieren comida considerada “saludable”. Además de Australia, Argentina o China, España es uno de los países líderes en este rubro.

No es entonces casualidad que el popular Talent Show de Cocina Master Chef dedicara una de sus emisiones en esta edición a las verduras “kilómetro cero”, cosechadas en lo que llaman la huerta de proximidad. Aseguran los expertos que, aunque no tengan la apariencia perfecta que nos vende la publicidad patrocinada por transnacionales, conservan sus sabores naturales y, lo que es más importante, los nutrientes, ricos en antioxidantes.

La salud sigue siendo el principal motivo de su consumo. Estudios afirman que reducen el riesgo de padecer insuficiencias cardíacas, osteoporosis, migrañas, alergias, hiperactividad o Párkinson.

El mundo contemporáneo parece rescatar el aforismo que proclamaba hace 2 400 años en la Grecia clásica, el célebre Hipócrates, padre de la Medicina, cuando afirmaba: “Que tu medicina sea tu alimento y el alimento, tu medicina”.

En los países desarrollados proliferan mercados y restaurantes especializados con ofertas diversas de verduras, carnes, vinos, aceites, lácteos y huevos. La alimentación infantil es de las más interesadas, existen incluso escuelas que elaboran menús sólo con productos ecológicos.

Y hablando de niños, por estos días en que los padres agotan los entretenimientos para mantenerlos en casa, involucrarlos en tareas sencillas de este tipo les permite consolidar valores como la responsabilidad, la paciencia y el amor por la naturaleza.

Es un poco de lo que evidencian las fotos del Héroe de la República de Cuba Gerardo Hernández Nordelo y su familia, compartidas través de las redes sociales. Esa pequeña parcela o el macetero vacío que tiene por casa pueden ser el comienzo de un nuevo hábito que le brinde, además, la certeza de la procedencia de sus alimentos y podrá consumirlos todavía con la frescura del suelo.

Más allá de que cada cual siembre su pedacito, en nuestro país tenemos loables ejemplos de producciones ecológicas certificadas, incluso de elevada aceptación internacional, entre las que se destacan la miel y sus derivados.

No se trata de recursar en el pasado, sino de asumir visiones ancestrales con conceptos renovados y hacerlo, además, desde una conciencia ambiental y saludable. Probemos hoy regresar a la tierra como una forma objetiva y concreta de defender la vida.