Casi tan antiguos como la Universidad de Oriente, los Museos de Historia Natural Charles Ramsden y de Arqueología se insertan hoy en la celebración por los 75 años de la institución, segunda fundada en Cuba.
Ubicados ambos en la sede principal, Antonio Maceo, no son tan conocidos como debieran pero atesoran valiosas colecciones, el primero desde que en 1952 la familia del científico que le da nombre las donó a la casa de altos estudios, donde cumplen funciones docentes y de divulgación científica.
El recinto consagrado a la historia natural exhibe muestras zoológicas de notable valor en sus tres salas, con propósitos de exhibición y de la docencia, como parte de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas a la cual pertenece.
De acuerdo con el estudio publicado por la especialista Marlene Soto, esas piezas se corresponden con hallazgos de materiales biológicos de origen animal en sus propios entornos y en algunos casos, con especies extintas o en vías de desaparición, lo cual realza su valor e interés.
Santiaguero de origen inglés, Ramsden estudió la fauna de la región oriental, fundamentalmente Santiago de Cuba y Guantánamo, con énfasis en grupos de insectos, anfibios, moluscos, peces, reptiles, aves y mamíferos, que en determinadas especies resultaron reportes nuevos.
Valiosa fue la colaboración de ilustres científicos y profesores universitarios, integrantes del grupo Humboldt y de la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente, en pos de la donación familiar de bienes tan preciados, que desde 1917 el naturalista mantuvo como colección museable en su hogar.
Por su parte, el Museo de Arqueología e Historia fue creado el 19 de junio de 1953 por Felipe Martínez Arango con evidencias materiales que testimonian el poblamiento aborigen y sus niveles de desarrollo en el Oriente cubano, principalmente a raíz de excursiones en Playa Damayajabo.
Consideradas como un “botín arqueológico” esas muestras incluyen materiales cerámicos, vasijas y fragmentos, asas decoradas, hachas petaloides, sumergidores de red y percutidores.
Muy cerca de ambos enclaves de coleccionismo científico, la Biblioteca Central Francisco Martínez Anaya recuerda su protagonismo como sede del primer Gobierno Revolucionario, instalado allí provisionalmente a poco del triunfo insurreccional del primer día de enero de 1959.
Por Martha Cabrales
