Montevideo, 16 may.— José Mujica ya no está físicamente en Uruguay, pero su impronta reverdece hoy, sembrada en las cenizas que van a su chacra del Rincón del Cerro, en las afueras de esta capital.
Su partida coincidió con un inesperado apagón en esta capital y el contiguo departamento de Canelones.
“Ya empezó a joder el Pepe”, dijo a Prensa Latina un ciudadano que remarcó que el legado del expresidente uruguayo apenas comienza.
Mujica falleció el martes 13 de mayo, que en el hemisferio sur es presagio de mala suerte, según cábalas diversas.
Pero, el presidente Inácio Lula da Silva dijo en mensaje, desde la sede del velatorio popular, en el Palacio Legislativo, que Mujica y el papa Francisco están hermanados “allá” para mejorar a la humanidad.
Fue un ser humano excepcional, aseguró Lula la víspera, visiblemente afectado sobre su amigo uruguayo.
No es para menos. Pepe, como también le llamaban, dejó un legado que se refrendó también cuando sus restos, transportados por militares de su país, recibieron el último homenaje público.
Era el reconocimiento al guerrillero que fue preso político, dirigente popular, diputado, senador, ministro y también presidente, filósofo y campesino.
Voy a morir con causa, dijo Pepe Mujica hace un tiempo en entrevista de prensa, una etapa que comienza desde hoy, cuando concluye el duelo oficial decretado por el Gobierno que encabeza el presidente Yamandú Orsi.
