Baraguá entró a la historia por la intransigencia de Maceo ante el prepotente colonialista español y del asunto mucho se habló por estos días, alrededor del 15 de los corrientes, en ocasión del aniversario 147 de la histórica protesta que acuñó el sentir, la postura consecuente del criollo y la fe en la victoria.
Con este reportaje no regreso a la reiteración de lo ocurrido en Mangos de Baraguá, sí a algunas reflexiones por la reciente visita a ése Consejo Popular muy digno del legado de tantas historias en esos llanos donde Maceo se opuso a cualquier emboscada a quienes fueron a negociar con el mando mambí.
Esa fue la primera garantía que recibió el enemigo, en un llano sin riesgos bélicos, ni redadas, una de las grandes lecciones de la cual poco se habla, aunque encierra en sí misma, lo ético, moral y humano, tanto en el respeto de la palabra empeñada como en el reconocimiento de la postura enemiga, aún no compartida esa posición y conducta por parte de quienes nos odian, denigran y atacan.
Mangos de Baraguá se inserta hoy como una de las grandes motivaciones del municipio Mella, que debe su nombre en memoria de otro joven inclaudicable, asesinado por orden del entonces presidente Gerardo Machado, «el asno con garras»
Dígase de una población pequeña, muy noble, trabajadora, campesina y leal, cargada de mucha juventud y retos como la producción agropecuaria y la diversificación de los servicios, entre otras cuestiones. Y es que hoy, en Baraguá el pequeño pueblo decide con su infraestructura en defensa de la localidad, en ése remanso llano y cargado por las aguas de la presa cuyo nombre también evoca el hecho histórico por excelencia protagonizado Antonio Maceo.
Y habrá que seguir los secretos a lo largo y ancho de un entorno rural sobre los 335,7 km²., me refiero a los valores de una cultura aborigen que dejó sus huellas arqueológicas aún por explorar más a fondo. Mencione la sabana de Cayo Rey y sus restos precolombinos, «en la misma carretera de Baraguá y a unos 25 Km. del poblado Mella. En él aparecieron morteros de piedra, gubias de caracoles, fragmentos de hachas petaloides y pedazos de cerámicas de barro. Este último hizo que se le clasificara como agro-alfarero.»
Y no sólo están las evidencias que implican al municipio Mella «en la región aborigen de Barajagua.» y «en la confluencia de los ríos Cauto y Guaninicú», porque estamos ante un amplio remanso de lo que fue un sitio ganadero por excelencia, «propiedad de Doña Isabel Jerónima de Medina.»
Me llama la atención el guajiro dentro del surco ante un sol que parece más fuerte en estas llanuras cargadas de polvos porque aquí los vientos retozan sin parar, las lluvias te pueden sorprender en un abrir y cerrar de ojos, pero no faltan las leyendas de güijes y serpientes de dos cabezas y que en Cayo Rey fue visto un delfín en una cañada.
La imaginación teje los terraplenes y afluentes rumbo al Manuí, un intrincado monte desconocido por mucho y que emprendí por mi cuenta en medio de nublados, crecidas de ríos y apariciones de lugareños cuyas casas jamás vi, ni pude alcanzar su dirección, por el silencio que guardan estos guajiros como si estuvieran protegiendo un tesoro muy divino e incalculable.
Sí conozco de los antecedentes de varios lugares como allá más lejos, Palmarito de Cauto, Bayate y en el mismo centro de Mella donde vivieron inmigrantes suecos en casas con techos de zinc y sótanos, pozos y letrinas. El más famoso “Alfredo Lind en asociación con otros escandinavos y algunos criollos, comenzó la construcción de un pequeño ingenio azucarero en Palmarito, junto a la ribera sur del arroyo de Aura, a uno y medio kilómetro del actual Palmarito de Cauto.”
Imagino de las anécdotas que dejaron estos europeos y cómo se nutrieron de las epopeyas mambisas de Baraguá, donde apenas los pocos árboles de mangos gozan hoy de salud, pero el obelisco resulta la arquitectura más imponente en kilómetros a la redonda.

Hoy Mangos de Baraguá pudiera gozar de un cuidado mejor, sobre todo, en la cultura del detalle, de cada muro, adoquín, metro defendido alrededor del epicentro histórico donde emergió la decisión por continuar la lucha grande de Oriente a Occidente.
Allá sorprende la arquitectura, los bajos relieves en bronce, la lista de los oficiales, clases y soldados quienes estuvieron presentes en aquel encuentro; más el infinito poblado por cañaverales y cultivos varios, la propia campiña por donde regresaron los españoles con Martínez Campos por un lado, y por el otro, donde el Titán de Bronce salió convencido de que ¡El 23 se rompe el corojo!
