En los campos, bajo el sol o la lluvia, la tierra susurra secretos. Allí, donde la naturaleza se une a la tenacidad humana, encontramos a las mujeres rurales, las guardianas silenciosas de nuestra alimentación y de la vida misma.
El 15 de octubre no es una fecha cualquiera, es el Día Internacional de las Mujeres Rurales, es el día en que celebramos la fuerza, la resiliencia y la sabiduría de las que, con manos curtidas por el sol y mentes agudas, sostienen la vida del planeta.

Una jornada para recordar que la lucha por la igualdad de género no tiene fronteras, que la justicia social y la sostenibilidad ambiental son dos caras de la misma moneda, y que la voz de las mujeres rurales debe ser escuchada con fuerza.
En Cuba, han demostrado un compromiso inquebrantable con la tierra. Han sido protagonistas en la construcción de un sistema agropecuario sostenible, evidenciando que la inclusión y la equidad son el camino hacia el desarrollo. En las cooperativas, en los campos, en los mercados, ellas han hecho notar su capacidad de incursionar en todos los ámbitos económicos y productivos, dejando como prueba los resultados del mismo. Su participación en el sector agrícola es decisiva, y genera orgullo y admiración ver la dedicación y entusiasmo que dedican a su labor.

Sin embargo, el cambio climático, esa sombra que se extiende sobre el futuro, tiene un impacto más acentuado en el presente. Su dependencia de la agricultura, sus condiciones de vida y la marginalización histórica las exponen en mayor grado a la pérdida de diversidad, la contaminación y el calentamiento global. Su voz, a menudo silenciada, necesita ser escuchada con mayor fuerza.
Es hora de cambiar el paradigma. Debemos fomentar su labor como proveedoras de alimentos y protectoras del medio ambiente, reivindicar su participación en la toma de decisiones dentro de sus comunidades, y promover unas zonas rurales en las que puedan contar con las mismas oportunidades que los hombres.
El camino hacia un futuro sostenible pasa por reconocer, valorar y empoderar a las mujeres. Ellas, como guardianas de la tierra, nos muestran el camino hacia la esperanza, hacia un mundo donde la justicia social y la sostenibilidad ambiental se fusionen en un futuro próspero para todos.