Reencuentro después de 20 años

La migración de cubanos hacia el exterior, un tema tan actual y controvertido, fue un punto central de nuestra conversación. Este fenómeno, según muchos, está justificado por la situación económica del país y por la esperanza que alimenta la propaganda de que "afuera está el mejor futuro, que el capitalismo es la solución a nuestros problemas", entre otras promesas que "solo se comprenden cuando se da el paso y se vive aquella realidad tan diferente", aseguró mi amigo.

En julio, mientras esperaba transporte en la parada frente a los edificios de 18 plantas en la avenida Victoriano Garzón, en la ciudad de Santiago de Cuba, me encontré con un amigo a quien no había visto en mucho tiempo. Al reconocernos, experimentamos una alegría recíproca.

Nos saludamos efusivamente y conversamos sobre varios temas: la familia santiaguera, su esposa y dos hijos que no vinieron, y cómo nos conocimos en la década de los 90 del siglo pasado. También hablamos de su estancia de más de 20 años en los Estados Unidos, de su esposa mexicana y sus dos hijos «americanos».

La migración de cubanos hacia el exterior, un tema tan actual y controvertido, fue un punto central de nuestra conversación. Este fenómeno, según muchos, está justificado por la situación económica del país y por la esperanza que alimenta la propaganda de que «afuera está el mejor futuro, que el capitalismo es la solución a nuestros problemas», entre otras promesas que «solo se comprenden cuando se da el paso y se vive aquella realidad tan diferente», aseguró mi amigo.

De repente, recordó su participación en las zafras del central «Baltony» en el municipio de La Maya (casi en los límites con Guantánamo), ayudando a su papá en la pequeña colonia de caña y cultivos varios que tenía. «Con la cuadrilla de bueyes llevábamos la cosecha a los puntos de acopio; de aquello ya no queda nada: mis padres y tres de mis hermanos murieron, en la finquita viven unos parientes y mi hermano menor también vive en los Estados Unidos pero muy lejos, no nos vemos y solo hablamos por teléfono…». En ese momento, las lágrimas interrumpieron el diálogo.

Tras un instante para recomponerse, nos dimos cuenta de que llevábamos más de una hora conversando y seguramente se nos habían ido varias guaguas y camionetas, entonces decidimos seguir a pie hasta Ferreiro, para aprovechar mejor el tiempo. Él iba al reparto 30 de Noviembre donde vive su hermana, y yo para mi casa en Rajayoga, ambos repartos al este de la ciudad.

Mientras caminábamos, saludé a algunas personas conocidas y quise saber cómo le ha ido personalmente a mi amigo. Su respuesta fue rápida y contundente: «Nunca había trabajado tanto en mi vida; tengo un carro para moverme, pero no tengo casa, vivo arrendado; en más de 20 años solo he venido a Cuba tres veces, por 10 días cada vez, administrando bien los ahorros». Hizo una pausa y continuó: «No me quejo, lo que pasa es que a algunos la jugada les sale mejor que a otros: si trabajas mucho puedes vivir, pero si pretendes llevar una vida fácil, fracasas».

Antes de despedirnos, quise saber por qué se había ido de Cuba: «por embullo», respondió. ¿Le pregunté por qué no regresaba a vivir aquí?: «lo mismo podría ser para México de donde es mi esposa, pero tengo mi familia en los Estados Unidos»; ¿Y por qué no has rentado un carro como hacen la mayoría cuando vienen al país?: «Porque tenía deseos de verte, y si no vengo por la camioneta, ya mismo no te encuentro», contestó de manera picaresca y acentuó: “ na, que el dinerito no alcanza, y es mejor déjaselo a la familia”.

Reímos y acordamos vernos en una próxima ocasión. En esta, yo andaba con una tremenda crisis de alergia catarral, así que no pudimos tomarnos una cerveza en La Maison de Vista Alegre a donde me había invitado. Para el viernes 2 de agosto tenía su boleto de regreso a La Florida, y se iba “nostálgico”, me aseguró.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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