Santiago de Cuba, 15 nov.— Con la reapertura de las aulas este lunes pienso en la alegria de las familias que temprano salen de casa con sus hijos de las manos para asistir a las escuelas y ser parte de ese gran momento; inevitablemente rememoro aquellos ya lejanos dias en que tambien tuve ese privilegio de acompañar a mi hija a su escuela, la primera vez y tantos inicios de curso u ocasiones especiales, hasta concluir su graduación universitaria.
Aunque el regreso a las escuelas se extendió más de lo previsto a causa de la pandemia y sus rebrotes, estos largos meses de espera han generado en los maestros y las familias una añoranza singular que ha logrado replantear en la distancia métodos y formas de enseñanza sin perder el entusiasmo y el compromiso de formar a través del conocimiento y el ejemplo, a hombres y mujeres de bien.
Habria que remontarse al pasado para darse cuenta de cuánto han cambiado las cosas del 59 a la actualidad. Es justo recordar la oratoria encendida de Fidel cuando en su alegato de autodefensa, después del asalto al Moncada, denunciaba la precaria realidad en el ámbito educativo: un millón y medio de habitantes mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado, al tiempo que la matrícula sólo registraba el 52 % de los niños
de siete años, el 43,7 de ocho y el 36,6 de los de nueve. Entre los 15 y 19 años de edad, sólo el 17% de los cubanos recibía algún tipo de educación y existían más de un millón de analfabetos. Triste y en el contexto actual increible.
Es por ello, que en el presente, cada inicio de curso se disfruta y se vive como una fiesta. En casa se lustran los uniformes, se ajusta la costura, se refuerzan los botones y hasta los despertadores parecen celebrar con sus timbres el retorno a tiempo. Las aulas se llenan de algarabía, de colores y la bandera ondea fresca, libre, soberana, el sol extiende su luz y el Martí de las plazas y los jardines escolares parece sonreir acogiendo en su busto las flores que en sus manos le ofrendan los más pequeños.
Quién puede negarnos ese privilegio?, quién puede o pretende atentar contra esa hermosa tradición? Nadie, me atrevo a asegurar, los cubanos asi lo aprendimos cuando la venda del analfabetizmo expiró y se confirmó uno de los tantos mensajes que en su obra nos legó el Apostol: “Ser cultos es el único modo de ser libres”.
Hoy volverán a las aulas, multiplicados, el relevo de aquella histórica generación que sigue creciendo y que ofrendó lo más preciado, la vida, por esta libertad que hoy disfrutamos. Hoy y siempre perdurará el ejemplo de los rebeldes que un dia en aquel Cuartel convertido en escuela, escribieron una lección que no se olvidará