El encuentro permitió pasar revista al desenlace del reciente encuentro Beijing-Washington, la ofensiva cimentada en acusaciones sobre la violación de derechos humanos y los intentos por convertir al multilateralismo en vehículo para las sanciones, el conflicto y la injerencia en asuntos de índole interna.
Un comunicado conjunto recogió la voluntad de renovar y darle mayor relevancia al Tratado bilateral de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa, consolidar la coordinación estratégica, combatir campañas de desinformación y apoyarse mutuamente en mantener la estabilidad de las zonas alrededor de los dos países.
Como novedad, Wang y Lavrov consideraron pertinente examinar el posible reconocimiento de las vacunas desarrolladas en cada lado para proteger de la Covid-19, oponerse a la politización del tema y unir fuerzas en el empeño de proporcionar esos productos a estados pobres. Entre otros aspectos, plantearon celebrar una cumbre de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para facilitar el diálogo directo y la discusión de soluciones a problemas que enfrentan todos los seres humanos y ayudar a mantener la estabilidad del mundo.
Politólogos observan en la cita la determinación de dos miembros del Consejo a romper el monopolio en la narrativa hegemónica de la Casa Blanca y la UE, y también un empuje a la democratización de las relaciones internacionales.
De hecho, Wang estimó que ‘ante los rápidos cambios en la situación internacional, llevar a cabo una comunicación y una coordinación estratégicas oportunas no sólo es importante para China y Rusia, sino también benéfica para el mundo’.
Mientras, Lavrov acentuó que ‘el modelo de interacción Moscú-Beijing está libre de ataduras ideológicas, no está sujeto a oportunismos’ y sí encamina al orbe hacia un sistema verdaderamente multipolar porque toma en cuenta el florecimiento y la ‘creciente influencia de los nuevos centros económicos, financieros y políticos’.