Cada 2 de diciembre, Cuba conmemora más que un aniversario de sus Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); celebra el “Día del Pueblo”. Esta designación no es simbólica, sino la ratificación de un principio fundacional que ha definido seis décadas de historia: la fusión absoluta entre el pueblo y sus instituciones defensivas.
Desde su origen en el Ejército Rebelde, las FAR se constituyeron no como un cuerpo separado, sino como el pueblo mismo en armas. Este vínculo, lejos de diluirse, se ha profundizado y enfrentado pruebas constantes. En la actualidad, se ve desafiado por renovadas estrategias de injerencia, basadas en los manuales de los llamados “golpes blandos” o “revoluciones de colores”, que buscan erosionar el proyecto socialista desde dentro. Ejemplo de ello son los intentos, como el vinculado a la convocatoria ilegal del 15 de noviembre, de buscar fisuras en esta unidad, incluso a través de supuestos seminarios que pretenden reinterpretar el rol de las instituciones castrenses cubanas.
Los críticos intentan presentar la fidelidad de los militares a la Revolución como el resultado de un adoctrinamiento mecánico. Sin embargo, la realidad evidencia una convicción activa y consciente. Esta se manifiesta en la participación directa de las FAR en la preparación militar de todo el pueblo, a través de las Milicias de Tropas Territoriales y las Brigadas de Producción y Defensa, materializando la concepción estratégica de la “Guerra de Todo el Pueblo”.
La colaboración es inherente a su identidad. Lejos de encerrarse en cuarteles, las FAR han sido un pilar en la resistencia económica, en la innovación militar propia, en la producción de alimentos y en la gestión empresarial para aportar a la economía nacional. Su contribución durante la pandemia de COVID-19 fue un ejemplo reciente y elocuente: hospitales militares dedicados por completo a pacientes graves, producción de oxígeno medicinal y una logística aérea desplegada a lo largo de la isla.
Por ello, el 2 de diciembre es un recordatorio de que la defensa de la soberanía cubana no recae solo en una institución, sino en una nación organizada y preparada. Como reafirmó el General de Ejército Raúl Castro, las FAR, fieles al legado de Fidel, no han renunciado ni renunciarán a ser “el alma de la Revolución”. Un alma que, indiscutiblemente, late en el corazón de su pueblo.