Este 2025, el espacio televisivo cubano Mesa Redonda celebra 26 años al aire. Nació en 1999, en la frontera entre dos siglos, con una ambición fundacional que ha marcado su rumbo: ser más que un programa.
Concebida bajo el principio martiano de abarcar “desde la nube hasta el microbio”, y materializada por la visión de Fidel Castro, se propuso desde el inicio como una plataforma integral.Su objetivo declarado fue, y sigue siendo, recorrer el pasado, analizar el presente y proyectar el futuro de la nación.
No se limitó al comentario coyuntural; aspiró a ser un aula permanente donde se defendieran, con argumentos y profundidad, la justicia social, la memoria histórica, la ideología de la Revolución y los avances científicos.
A lo largo de más de un cuarto de siglo, ha abordado con intensidad los temas más complejos y definitorios para la sociedad cubana: desde el bloqueo económico y los cambios constitucionales, hasta los logros de la biotecnología y los debates culturales.
Se ha consolidado como un foro de referencia, un espacio donde la explicación y la polémica controlada tienen un lugar protagónico.Para sus seguidores, es esa “escuela y trinchera de ideas” que prometió ser: un instrumento de formación y de combate dialéctico. Para sus críticos, es la voz monolítica del oficialismo.
Pero para todos, sin duda, representa un fenómeno único en la televisión nacional: un programa que trasciende lo informativo para reivindicarse como actor consciente en la batalla por lo que sus fundadores llaman “la sostenibilidad de la nación”.
Veintiséis años después, frente a un panorama mediático radicalmente distinto al de su fundación, la Mesa Redonda mantiene su formato esencial y su pretensión totalizadora.
Sigue siendo, en esencia, el mismo proyecto: un ejercicio televisivo que cree en el poder de la palabra argumentada para formar, convencer y defender lo que considera la verdad de la Revolución.
Su aniversario no es solo una fecha en el calendario, sino la reafirmación de un modelo de comunicación que, amado o cuestionado, ha dejado una huella indeleble en la historia reciente de Cuba.