Aún no se han borrado del todo las huellas del huracán Melissa. Pero en medio de ese paisaje herido, hay hombres que llegan desde lejos con la voluntad de recomponer lo roto, de devolverle al pueblo su voz, su señal y su aliento.
Son cinco linieros de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) de la provincia Camagüey. Cinco hombres que no vinieron a prometer, sino a hacer. A tender líneas, sí, pero también a tejer esperanza.
Al frente de ellos, como un roble que ha resistido más de medio siglo de tormentas, está Orlando Álvarez Leyva. Tiene 52 años en la empresa, 47 de ellos como jefe de brigada. Es el más longevo de su tipo en Camagüey, y no por azar: su liderazgo no se impone, se contagia con esa serenidad de quien ha visto más de un ciclón y sabe que después del viento, siempre viene el trabajo.



Pero si Orlando es la raíz, Yasel Acosta Estévez tiene otras historias más personales que contar, mientras asegura un cable con manos firmes. El mismo día que partió hacia las provincias orientales, dejó a su hija de apenas dos años ingresada en un hospital. «Han pasado los días y afortunadamente ya fue dada de alta, esa noticia me tranquilizó bastante», asegura.
Junto a ellos, Otoniel Martínez Suárez, matancero, vive su primera experiencia en una misión de este tipo. Nunca había estado en una zona tan afectada, pero en sus palabras destaca que es hermoso ver cómo la gente les agradece solo por estar aquí, por no dejarlos solos.
La brigada trabaja sin descanso. No hay horarios cuando se trata de levantar un pueblo. Cada poste que enderezan, cada línea que reconectan, es una victoria contra el silencio.


Y mientras los niños vuelven a escuchar la voz de sus padres por teléfono, mientras las emisoras locales retoman su aliento, mientras los mensajes vuelven a cruzar los valles, estos hombres, lejanas raíces de Camagüey y Matanzas, se convierten en parte del alma de este municipio.


