Hace tres años y medio, él dejó Cuba con un único deseo: llegar a Estados Unidos, establecerse, trabajar y, en algún momento, regresar para invertir en su tierra natal. Antes de partir, le sugirió a su madre: «No llores, reza por mí. Nos veremos lo más pronto posible.»
Porfirio* tuvo la suerte de llegar a México tras salir legalmente de Cuba hacia Nicaragua. Desde allí, emprendió un arriesgado viaje por Centroamérica con la esperanza de alcanzar su destino final. En el país azteca vivió y trabajó durante dos años, hasta que finalmente obtuvo el permiso (parole humanitario) para cruzar la frontera y establecerse en Estados Unidos, donde ya lleva un año y seis meses.
Hace unos días, este compañero de escuela de mi hija mayor y que me reconoce como “un padre”, me escribió con una petición: «Por favor, escribe algo sin mencionar mi nombre. Quiero que la gente sepa que ya no estoy en Miami; ahora me encuentro en otro estado, huyendo de las redadas. Nos enfrentamos a la amenaza de deportación y no sabemos si terminaremos en la base naval de Guantánamo o en El Salvador.»
La situación de Porfirio es complicada, y lo peor es que no está solo; lo acompañan su esposa, de su segundo matrimonio, y su hijo. «Según los abogados, los cubanos tenemos derecho a acogernos a la Ley de Ajuste, pero aquí las cortes son tan enredadas que ya uno ni sabe», comenta, y en sus palabras percibo cierta desesperación. Luego añade: «Dos de los amigos con quienes compartí desde el inicio de mi estancia aquí han desaparecido; no sé nada de ellos, aunque supongo que no han sido deportados, porque de ser así, sus familias ya me lo habrían dicho.»
Durante décadas, los emigrantes cubanos gozaron de privilegios en la legislación migratoria de Estados Unidos, a diferencia de los ciudadanos de otros países. Tenían acceso a un camino directo y expedito hacia la residencia legal y permanente, sin embargo, la ofensiva antiinmigrante de Donald Trump ha echado un balde de agua fría sobre esa política, revocando el estatus legal y las visas de trabajo de más de 530 mil personas, entre ellas cubanos, venezolanos, nicaragüenses y haitianos.
Según el Departamento de Seguridad Nacional, el programa humanitario llegará a su fin a finales de abril. Hasta el pasado 22 de enero, unas 532 mil personas consideradas inadmisibles habían sido beneficiadas por el gobierno de Biden, para permanecer en los Estados unidos.
Ante este panorama, Porfirio, un santiaguero que dejó Cuba en busca del «Sueño Americano» debido a la grave crisis económica que afecta a la mayoría de los cubanos, no ha tenido más opción, según sus propias palabras, que mudarse a un estado donde «la situación para los migrantes no es tan desfavorable como en Miami».
Porfirio se graduó como ingeniero agrónomo en Cuba, pero en los 3 años y medio que lleva fuera del país no ha podido ejercer su profesión. Aun así, se mantiene firme en su objetivo: «permanecer en Estados Unidos para mejorar mi economía y poder ayudar a mi familia en todo lo posible. Por eso me arriesgué en venir para acá”, asegura.
*Seudónimo.