Ciento cuarenta y ocho años después de la tragedia de San Lorenzo, cuando las balas de un destacamento enemigo extinguieron la vida de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, el Padre de la Patria parece renacer como guía certera hacia la conquista de toda libertad y justicia posibles.
A él, a su encuentro, acudió una representación del pueblo de la indómita Santiago, para rememorar, más allá de su muerte, la obra fecunda del iniciador de las luchas por la independencia de Cuba en 1868, el mismo hombre que años más tarde José Martí comparara con un volcán «que viene, tremendo e imperfecto, de las entrañas de la tierra».
Según el Apóstol, Céspedes «asistió en lo interior de su mente al misterio divino del nacimiento de un pueblo en la voluntad de un hombre, y no se ve como mortal, capaz de yerros y obediencia, sino como monarca de la libertad que ha entrado vivo en el cielo de los redentores.
«No le parece que tengan derecho a aconsejarle los que no tuvieron decisión para precederlo. Se mira como sagrado, y no duda de que deba imperar su juicio. Tal vez no atiende a que él es como el árbol más alto del monte, pero que sin el monte no puede erguirse el árbol», escribió Martí.
Este 27 de febrero, ante el monumento funerario erigido en su memoria en la necrópolis de Santa Ifigenia, llegaron las flores en forma de ofrenda, a nombre del pueblo de Cuba. También las máximas autoridades del Partido y el Gobierno en el territorio colocaron rosas rojas en el mismo lugar donde reposan los restos mortales del insigne patriota.
Al tributo se sumaron trabajadores del Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, institución que abriera sus puertas al público el 30 de septiembre de 1968, cuyo inmueble fuera declarado -una década más tarde- Monumento Nacional.
(Escrito por Yunier Sarmientos Samanat / Fotos: Del autor)
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Periódico del Órgano Oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba en Santiago de Cuba.