Santiago de Cuba, 17 dic.— La Empresa Flora y Fauna Santiago mantiene en la actual temporada de invierno tradicionales productos turísticos como es la excursión a la Laguna Baconao, para el disfrute de ese entorno natural y degustar un almuerzo de la cocina cubana.
Comercializada por las agencias de viajes, es una atractiva opción para los que gustan de la modalidad de turismo de naturaleza, precisó a la Agencia Cubana de Noticias Kenia Mestril, especialista de educación ambiental de la entidad.
A ese paraje se llega luego de transitar por la carretera que bordea la costa, en un trayecto de alrededor de 45 kilómetros, y se encuentra en el área de la Reserva de la Biosfera Baconao, de ahí la importancia de su cuidado y protección, acotó.
Entre las propuestas de esparcimiento de la excursión, con estancia de un día, mencionó las caminatas por el sendero Gran Laguna, que permiten apreciar la flora y fauna y paseos a caballo o en lancha.
Un espacioso ranchón acoge a los visitantes que luego de realizar sus actividades recreativas al aire libre por el apacible lugar, acceden a las ofertas gastronómicas y servicios del bar náutico.
Con muchos valores de la biodiversidad, la Laguna Baconao tiene un área de cuatro kilómetros cuadrados y es un acuario con escaso intercambio visible con el mar, el cual se realiza a través de un estrecho canal.
Durante la temporada de lluvias sube el nivel y ocurre la comunicación con las aguas marinas.
En sus márgenes existe una vegetación típica de manglares y en el área boscosa hay 183 especies de plantas identificadas, de esas 41 consideradas endémicas, según detallaron especialistas de flora de la entidad.
También se pueden observar diferentes especies de la fauna como iguanas, murciélagos, lagartos como el anolis, cocodrilos y 28 de aves, entre las que se hallan los flamencos y pelícanos, estos últimos de mucha atracción para los visitantes con su revoleteo siguiendo el recorrido de la lancha.
La Laguna Baconao tiene sus leyendas y una de esas hace alusión al origen de su nombre.
Cuentan que en lugar se asentó una comunidad de la cultura taína, en cuyas tierras crecía un árbol que los aborígenes nombraron Bacona y al cual se atribuía ciertos poderes.
Un indiecito acostumbraba a sentarse a la sombra de sus ramas y sacar sonidos de caracoles extraídos de la laguna y empezaron a llamarlo el niño Baconao. (Marlene Montoya Maza)
