Santiago de Cuba, 14 junio.— La Covid-19 es sin dudas una de las mayores pandemias que han azotado a la humanidad. Millones de vidas se han truncado por la enfermedad y otras sufren los llamados efectos del confinamiento o pandemia psicológica, una condición que si bien no acaba con la vida física si debilita y hace sufrir a muchos.
Están la abuelita o el abuelito que añoran ver a sus hijos y nietos, el infante de casa que mira con ojos perdidos desde su balcón, el joven o la joven para quien la vida en grupo es fundamental y hoy se ve privado de intercambiar con sus amigos.
Pero también están aquellos cuyo trabajo es llevar alegría y placer a los demás y para quieres mientras más personas se junten mejor: los artistas.
Y es que para un artista junto a su alta transmisibilidad y letalidad, la Covid-19 trae consigo el mayor de los sacrificios: la lejanía de los escenarios.
Un ejemplo de ello son los músicos quienes han tenido que migrar a las vías online y digitales para llevar sus creaciones al público seguidor. Sin embargo, aunque es una vía de intercambio, nada se compara con el cúmulo de emociones y sentimientos que entraña la actuación en vivo en los escenarios, ya sean en una sala de conciertos y teatros, o al aire libre en las plazas culturales.
Por ello cuando los vemos salir en un spot televisivo y lo escuchamos por la radio llamando al autocuidado, debemos entender que para ellos es realmente importante que pongamos nuestro granito de arena. Ellos nos necesitan como público para lograr su realización plena, y nosotros los necesitamos, por qué no, para remover nuestras almas.
Entonces cuidémonos todos porque no es solo la supervivencia de la especie humana la que está en riesgo, sino lo está también su calidad de vida. Mientras más pronto volvamos a retomar la normalidad de nuestras vidas menos serán las secuelas de esta pandemia que hoy marca la vida en la tierra.
