Un aire caliente, mezcla de salitre y baile, envuelve desde la mañana a la ciudad más caribeña de la isla.
Hoy no es un día cualquiera. Hoy, bajo este sol que todo lo revela, se alza un reconocimiento que viaja más allá del puerto y las montañas: el homenaje a los trabajadores de la cultura, esos hombres y mujeres que, con las manos llenas de sueños y herramientas, sostienen el alma de un pueblo.
Su camino no es de asfalto liso. Es un viaje de tierra y perseverancia. Llevan el arte, como una ofrenda, a los rincones donde el mapa parece borrarse; a comunidades remotas donde su llegada es fiesta, es memoria que renace, es futuro que se siembra.
Sortean lo imposible con una convicción quieta y poderosa: la de quien sabe que su labor no es un lujo, sino un acto de fe. Un acto de resistencia.Son artistas que pintan con los colores de la tradición. Son gestores que tejen redes invisibles.
Son portadores de cantos antiguos y creadores de nuevas melodías. Son técnicos que montan la magia y soñadores prácticos que transforman un espacio vacío en un lugar de encuentro. En sus manos, la cultura no es un adorno: es escudo y espada, pan y azúcar para el espíritu.
Llevan la luz del conocimiento a donde a veces la electricidad titubea. Llevan la fuerza de la raíz y la belleza que nos define, esa que habla con acento santiaguero pero late con corazón cubano. Su trabajo es un diálogo constante con la memoria, una construcción diaria de identidad.
Alimentan el alma de la nación con una entrega tan callada como titánica.En este día, desde Santiago —ciudad que atesora historia en cada piedra y trova en cada esquina—, se extiende no solo un saludo, sino un abrazo. Un reconocimiento a su resiliencia, a ese talento obstinado que se niega a rendirse.
Gracias por ser fieles a la misión más esencial: enriquecer la vida, hacerla más profunda, más bella, más nuestra.Que su arte, en esta tierra de revoluciones y congas, siga siendo faro en la noche y fortaleza al mediodía.
Que su quehacer, hoy y siempre, ilumine a Santiago y a toda Cuba. Porque ellos, los hacedores de cultura, son, en esencia, los guardianes de la luz.