Por estos días, las movilizaciones hacia la recolección de café forman parte de la rutina en la provincia de Santiago de Cuba. Cada fin de semana, cientos de trabajadores y jóvenes se trasladan hacia el municipio Segundo Frente, uno de los principales productores de café del país.
Esta práctica, tan arraigada en la vida productiva de la región, tiene una larga tradición. En octubre de 1978, por ejemplo, en el poblado de Mayarí Arriba, los militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) fueron convocados a una reunión urgente: la cosecha de café alcanzaba entonces un alto nivel de maduración, y se necesitaba reforzar la fuerza laboral para evitar pérdidas de ese importante rublo económico.
El 10 de octubre, coincidiendo con la conmemoración del alzamiento de La Demajagua, se organizó la salida de los movilizados. Cientos de jóvenes, militantes o no, partieron hacia Magueyal, donde se realizó un acto político y se definieron las zonas de alojamiento y trabajo.
Durante los primeros días, las labores se concentraron en Magueyal, Soledad y La Cañandonga; posteriormente, uno de los grupos fue trasladado a Valerio, en las zonas más altas e intrincadas, donde el café alcanzaba su plena maduración. Las condiciones climáticas eran exigentes: llovía casi a diario y las madrugadas resultaban frías, pero el ánimo de los movilizados se mantuvo firme, tanto como la alegría que siempre los caracterizó.
El campamento se organizó con medios rústicos; las hamacas servían de cama y, aunque inicialmente se establecieron albergues separados para hombres y mujeres, con el paso de los días predominó el espíritu de cooperación y camaradería, experiencia de la cual surgieron sólidas amistades entre jóvenes procedentes de distintos sectores: trabajadores de la radio, de instituciones políticas y administrativas, de organizaciones como la FMC y los CDR, así como empleados de servicios y entidades económicas del municipio.
La experiencia de aquella movilización, me recordaba en fecha reciente Octavio Oliva, uno de los protagonistas, dejó una huella perdurable entre los participantes, como muestra de la implicación juvenil en las tareas económicas de la época y del vínculo histórico del municipio y la provincia con la producción cafetalera.
Una vez cumplido el compromiso productivo, ya casi en noviembre, un pequeño grupo decidió permanecer por unas horas más en aquel entorno montañoso. Encabezados por el ingeniero Ayala, el médico veterinario Vian, el realizador radial Raúl López y uno de los guías de campo, emprendimos una excursión hacia el río Miguel, afluente del río Sagua, en el límite entre el Segundo Frente y Sagua de Tánamo.
Allí acampamos, compartimos alimentos, bebimos ron, bailamos con la música de la “década prodigiosa”, nos bañamos en las aguas del río y disfrutamos de una jornada de descanso antes de regresar a los respectivos centros de trabajo.