Existe un circuito genético que vincula las flores con la luz y la temperatura, haciendo que florezcan solo cuando las condiciones son las adecuadas: este mecanismo fue ahora identificado gracias al estudio del Salk Institute de La Jolla, California, publicado en el último número de la revista Nature Communications.
El descubrimiento de un doble circuito interconectado en las plantas, uno dedicado a la luz azul y otro a las bajas temperaturas, permitirá desarrollar nuevas formas de optimizar el crecimiento de los cultivos en condiciones ambientales a menudo cambiantes.
Para crecer y florecer en el momento adecuado, las plantas deben recopilar constantemente información sobre su entorno, pero hasta ahora no estaba claro cómo se combinaban estos datos para desencadenar comportamientos específicos.
Ahora, Adam Seluzicki y Joanne Chory descubrieron dos vías genéticas conectadas entre sí: en la primera, la luz azul activa un receptor específico con la ayuda de la proteína Nph3, mientras que en la segunda, las bajas temperaturas favorecen la expresión de un gen que también interactúa con Nph3.
Esta proteína constituye, por tanto, el punto de convergencia que permite controlar la floración.
«Cuando los animales no se sienten cómodos en su ambiente, se desplazan», afirma Seluzicki.
«Las plantas no tienen esa posibilidad, por eso recogen la mayor cantidad de información posible para entender su entorno y reaccionar en consecuencia.
Ahora -continuó el investigador- hemos descubierto un sistema genético que las plantas usan para combinar la información y regular una fase importante de su crecimiento y reproducción, lo que tendrá cruciales implicaciones para la producción alimentaria futura».