domingo 16 noviembre 2025

El Papa Francisco hace 10 años en Santiago de Cuba: días de fe y esperanza

Fueron varios días de intenso trabajo bajo el calor sofocante, pero nadie tuvo tiempo para el cansancio; el Papa Francisco tenía ese don: el de unir más allá de ideologías y credos. En Cuba, donde abundan las personas de fe, fe en los valores, en la convicción de que siempre se puede ser mejor, y en la certeza de que hay espacio para todos en esta tierra creada para todos y no para unos pocos, su visita fue motivo de entrega y esperanza.

Desde que se anunció su llegada, en Cuba no hubo descanso. Miles de hombres y mujeres, jóvenes y niños, católicos, protestantes, cristianos, santeros, espiritistas y tantos otros trabajaron con entusiasmo para que fueran jornadas de alegría compartida.

Cuando Francisco arribó a Santiago el 21 de septiembre, hace ya 10 años, su primera parada fue en El Cobre, donde oró en privado ante la Virgen de la Caridad. Con él llegó también la lluvia: “El Papa que vino con la lluvia”, repetía la gente, mientras en la ciudad y en las lomas de Boniato y El Cobre el aguacero caía con fuerza.

En su momento, ya en la ciudad, el Papa se dirigió a la multitud reunida en el Parque Céspedes: “Me he sentido muy bien, como en familia, como en casa”, dijo, y los santiagueros lo aclamaron con aplausos y gratitud. En sus palabras habló del matrimonio y de la familia, y recordó a Jesús que “comenzó su vida pública en una boda, visitó casas, a sus amigos, y no le importó si eran pecadores… cenó con ellos y compartió”.

Hubo cantos, se entonó el himno a Santiago Apóstol y se rezó por la familia, por la vida y por el futuro, y se transmitió un mensaje de reconciliación: amar a los hermanos que viven lejos y perdonar a quienes odian, aunque, como se dijo, sin olvidar. Desde la catedral, Monseñor Dionisio, arzobispo de Santiago de Cuba, recordó a sus coterráneos: “Somos un pueblo alegre y luchador… compartimos lo poco que tenemos, nunca lo que nos sobra, porque en realidad nada nos sobra”.

Francisco se fundió entre la multitud para bendecir y besar a enfermos y personas con discapacidad; más allá de las dificultades de la isla, encontró aquí el testimonio de un pueblo donde, a pesar de todo, el amor nunca falta, aunque a veces algunos parezcan andar por caminos diferentes.

Luego, desde el balcón de la catedral, bendijo a la ciudad y pronunció dos frases de esperanza: La primera, “Mirar hacia atrás, a la memoria, y en especial a quienes nos empujan y nos hacen crecer: los abuelos”; y la segunda,” mirar hacia delante, a los niños y los jóvenes, porque quienes cuidan a sus chicos y a sus abuelos tienen el triunfo asegurado”. Finalmente, pidió algo sencillo pero profundo: “Recen por mí”.

Su despedida fue simbólica. Salió de Santiago por la calle Santo Tomás y tomó la carretera hacia El Morro, recordándonos, quizás, que por esos caminos llegó al oriente cubano la fe católica. En el aeropuerto se despidió de la ciudad bajo la mirada imponente del Titán de Bronce, Antonio Maceo, ese hijo insurrecto que sigue guiando a su pueblo; allí se entonaron nuevamente los himnos de Cuba y del Vaticano, y el presidente Raúl Castro Ruz le dio el último apretón de manos en nombre de todos los cubanos.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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