La noche del 22 de septiembre de 1876, hace hoy 149 años, tropas mambisas al mando del Mayor General Vicente García asaltaron y tomaron la ciudad de Las Tunas, en el Oriente cubano, que hasta ese momento era considerada un bastión militar inexpugnable del colonialismo español en la isla.
Por su situación geográfica, límites de los territorios de Oriente y Camagüey, Las Tunas fue dotada de una importante guarnición de soldados colonialistas excelentemente armados, con el objetivo de impedir el trasiego de tropas insurrectas entre ambas provincias.
Ya en otras ocasiones el Ejército Libertador había intentado apoderarse de Las Tunas, incluso el propio Vicente García, pues esa era su ciudad natal, sin embargo, esos esfuerzos resultaron fallidos por la resistencia ofrecida por los colonialistas.
Para el Mayor General Vicente García la toma de Las Tunas se convirtió en una cuestión de honor militar, y por ello, creó las bases para alcanzar dicho objetivo a través del reclutamiento de hombres y mujeres dentro y alrededor de la ciudad que apoyaran la acción llegado el momento. Además, organizó un sistema de inteligencia militar para obtener informaciones y así poder elaborar un plan sólido de ataque y toma de la importante plaza tunera.
El asalto a Las Tunas se inició en horas de la noche del 22 de septiembre de 1876 y el combate se prolongó hasta la mañana siguiente cuando las tropas del Ejército Libertador dirigidas por Vicente García se apoderaron de la ciudad, desalojando de la misma a los cientos de efectivos del régimen colonial.
Los insurrectos permanecieron en Las Tunas hasta el 26 de septiembre en que abandonaron la ciudad, pero antes incendiaron la misma empezando por la propia casa de Vicente García, para que los españoles al retornar solo encontraran las ruinas de lo que ellos consideraban un bastión inexpugnable.
La batalla de Las Tunas y la victoria alcanzada en esa ciudad por los mambises al mando del Mayor General Vicente García se inscriben en nuestra historia como uno de los hechos más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años, que elevó el prestigio de nuestro Ejército Libertador al asestar un duro golpe a la metrópolis española, doblegando a los que ellos consideraban una fortaleza militar infranqueable.