Autor: Yeilén Delgado Calvo
«Son muchos los recuerdos que nos dejó, imborrables, y por eso digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones, millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso, nuestra Revolución se interesó tanto por luchar contra el analfabetismo y por desarrollar la educación, para que todos sean como el Che».
Así termina el capítulo 14 de Cien horas con Fidel (Editorial de Ciencias Sociales y Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2020), en el que el Comandante en Jefe le habla a su entrevistador, el intelectual Ignacio Ramonet (España, 1943), sobre Ernesto Guevara, y lo hace desde la honestidad, la admiración y una claridad meridiana, que convierten la lectura, a la par de interesante, en absorbente.
Son todas esas claves del libro-entrevista, producto de los encuentros sostenidos entre 2003 y 2005, y que sigue despertando igual interés que hace casi 20 años atrás, cuando quienes somos hoy adultos éramos apenas adolescentes curiosos, y comenzábamos a conocer seriamente a Fidel en aquellos primeros tabloides, mediante los cuales se popularizó Cien horas…, mientras pasaban de mano en mano.
Estaban allí una visión personal de los hechos estudiados en clase, así como el abordaje de temas de la historia cubana reciente, que en cierto grado podían considerarse tabúes. Y, sobre todo, aparecía la manera de comunicarse de Fidel: amena, inteligente, lúcida, al alcance del pueblo todo.
A la altura del presente, cuando Fidel ya no está, el libro no solo se mantiene vivo para quienes quieran ahondar en su figura, sino que adquiere una nueva dimensión: la de regalarnos parte del pensamiento de un líder, su visión de los procesos, las reflexiones que nos pueden servir para entender de dónde venimos y analizar las complejidades actuales sobre las que se debate el proyecto de país.
Tal como apuntó Ramonet en la introducción al volumen, este sería «una suerte de “biografía a dos voces”, un testamento político, un balance hecho por él mismo». En el preludio a la cuarta edición explicó, asimismo, que entre los objetivos de la conversación estaban «“oír” los argumentos de una de las personalidades más implacablemente atacadas y, al mismo tiempo, más censuradas por los grandes medios de comunicación».
También, «tratar de desvelar el “enigma Fidel Castro”. ¿Cómo un niño nacido en un medio rural, aislado y rústico, de padres ricos, conservadores y poco cultos, educado por jesuitas franquistas en establecimientos católicos reservados a las élites, y que se codeó con los hijos de la alta burguesía en la Facultad de Derecho, acaba por convertirse en uno de los grandes revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX?».
El periodista se propuso, además, sacar a la luz el yo íntimo de su interlocutor, tras la coraza de sus diversas funciones públicas. Y descubrió –lo revela en la introducción ya citada– a un hombre casi tímido, bien educado y muy caballeroso, que prestaba interés a cada interlocutor y hablaba con sencillez, sin afectación; con modales y gestos de una cortesía de antaño, siempre atento a los demás, y, no obstante, de aplastante personalidad; lujo inexistente, mobiliario austero, comida sana y frugal, y hábitos de monje-soldado.
Junto a los libros de Gianni Miná, Un encuentro con Fidel; Fidel y la religión, de Frei Betto; el de Tomás Borge, Un grano de maíz; y Guerrillero del tiempo, de Katiuska Blanco; Cien horas… contribuye a entregarnos la verdad de un hombre genial, del que Cuba puede y podrá preciarse.
Fidel es un país. Camino a su centenario, releer los textos que nos lo acercan es también mirar la Isla, y entender sus grandezas y singularidades como nación.