Mariana Grajales Cuello, una mujer que no solo dio a luz a héroes, sino que se convirtió ella misma en un símbolo imperecedero de la lucha por la independencia y la dignidad de la nación cubana.
Hija de padres humildes pero de firmes principios, Mariana fue mucho más que la madre de los Maceo. Su casa fue cuartel, hospital, y templo de ideales.
En medio del fragor de las guerras de independencia, no dudó en ofrecer a sus hijos —Antonio, José, y tantos otros— al sacrificio por la patria, con la misma entereza con la que curaba a los heridos y levantaba la moral de los combatientes en la manigua.
A sus 53 años, cuando muchos se retiran, Mariana se lanzó al monte con machete, vendas y coraje. Su papel en la Guerra de los Diez Años trascendió lo doméstico: fue enfermera, logística y alma espiritual del movimiento mambí. Exiliada en Jamaica tras la firma del Pacto del Zanjón, fundó clubes patrióticos y mantuvo firme la causa de la independencia.
Hoy, a 210 años de su nacimiento, Mariana Grajales es reconocida como la Madre de la Patria. Su legado vive en cada mujer cubana que defiende su tierra, su familia y sus derechos. Monumentos en su honor se alzan en Santiago de Cuba, Guantánamo y La Habana. Su memoria se enraíza en la educación, la cultura y la historia que se narra en cada aula y en cada hogar.
Conmemorar su natalicio no es solo mirar al pasado, sino reafirmar el presente de una nación construida con la fortaleza de mujeres como ella.