Hay ideas que se establecen y perduran por la fuerza de la verdad, su valor universal, la necesidad de ser asumidas de forma inherente en el comportamiento de las personas y sobre todo por devenir garantes imprescindibles de la vida.
Así se advierte en una de las tantas expresiones del máximo líder de la revolución cubana Fidel Castro Ruz cuando dijo: “(…) la cultura humana empieza por la justicia entre los hombres, la hermandad entre los hombres, la solidaridad entre los hombres (…)”. Y es que en los momentos históricos actuales del mundo en que vivimos, vale la mirada, en razón de los más sublimes sueños, a ultranza del genocidio, la perversidad y las ambiciones de poder.
Apelar a la justicia infiere equidad, igualdad, derecho a la vida, desde la condición natural de los individuos, sin superposiciones de intereses personales y desde la libertad sin diferencias, al amparo de la honradez y el amor; de ahí la presencia de valores generados, a su vez, como la hermandad y la solidaridad.
La humanidad requiere hoy de esa cultura humana de que hablara Fidel, sin cabida a los conflictos bélicos y las deliberadas acciones de asfixiar a formaciones económicas y sociales por no dejarse someter a designios imperiales, donde se impone la disyuntiva entre la sumisión o la muerte. Vastos son los ejemplos como lo que acontece hoy contra el pueblo palestino, donde la sangre de hombres, mujeres y niños, es irrefutable prueba de uno de los actos más vil y criminal de historia.
Cuba no ha quedado exenta del odio y la perversidad de los mismos que respaldan el terror y el genocidio en Palestina. La mayor de las Antillas ha sido objeto de actos terroristas y daños a la economía de toda índole, con la añadidura de un criminal bloqueo por más de seis décadas.
Aun así el pueblo no ha cejado en sus empeños de vencer obstáculos y salir adelante, al tiempo de estar consciente de la necesidad de no permitir nada que afecte la cultura humana adquirida, desde los sentimientos, las experiencias y los valores determinantes en la existencia de los nativos.
Sucede que la justicia, la hermandad y la solidaridad son principios que revelan la cultura humana y que, para orgullo de la nación, definen la naturaleza de los cubanos, eminentemente amigos y hermanos, que comparten sus pocos recursos y siempre están dispuestos al abrazo de agasajo ante los acontecimientos buenos o para condenar los malos.
Por eso han transcurrido 66 años de la Revolución, donde la solidez de sus razones la hacen invencible, para sorpresa permanente de los enemigos y sus séquitos, quienes no entienden, ni les interesan, la justicia, la hermandad y la solidaridad entre los seres humanos.
La cultura humana, como inherente a la conciencia y al comportamiento de las personas, es hoy una condición insoslayable ante el elevado propósito de lograr los sueños de justicia para Cuba y el mundo.