El 1.º de mayo del año 2000, el comandante en Jefe Fidel Castro Ruz expuso públicamente, de forma concisa, las experiencias acumuladas en más de medio siglo de lucha, definiéndolas como el concepto de Revolución.
Veinticinco años después, este concepto mantiene plena vigencia. Así lo demuestran las recientes intervenciones de los miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) durante su noveno pleno, donde se destacó la importancia de la «resistencia creativa del pueblo cubano», entendida no como una simple consigna, sino como una auténtica filosofía de combate y trabajo.
De ello se infiere que la efectividad de este principio no puede limitarse a reflexiones formales, consignas para murales, discursos políticos, reuniones cederistas o informes administrativos y sindicales. Su verdadero valor reside en que sea interiorizado y asumido como una guía de vida por la mayoría de los ciudadanos, especialmente en estos tiempos desafiantes en los que se deben preservar los logros alcanzados por la Revolución.
La premisa de “cambiar todo lo que debe ser cambiado” implica que el pueblo debe sentir que su esfuerzo, energía y rechazo absoluto a lo incorrecto se traducen en resultados tangibles y en una mejora sostenida de sus condiciones de vida, como reflejo de una economía próspera. Sin embargo, preocupa que, salvo honrosas excepciones, algunos avances materiales y financieros no hayan venido acompañados de un cambio equivalente en la mentalidad de las personas, lo cual limita su alcance transformador.
Hemos contado con múltiples oportunidades para reflexionar sobre nuestras responsabilidades individuales y colectivas. No obstante, a veces se olvida que Cuba enfrenta un bloqueo cada vez más agresivo y continúa injustamente incluida en una lista arbitraria de Estados patrocinadores del terrorismo. Esta clasificación ejerce una influencia coercitiva a escala global, afectando relaciones con gobiernos, instituciones financieras y bancarias.
Nos encontramos en los inicios del año 2025, un período retador, pero también lleno de lecciones. Algunas nos han revelado la perversidad del enemigo, otras nos han mostrado el heroísmo cotidiano de un pueblo dispuesto a darlo todo, incluso la vida, por proteger la independencia y la soberanía conquistadas.
No podemos pasar por alto que, en ocasiones, los acontecimientos nos han sobrepasado, y muchas personas aún se sienten desorientadas, esperando que otros tomen la iniciativa o posponiendo el momento decisivo en que cada uno, de manera individual, debe asumir su responsabilidad con eficacia. Es momento de demostrar, una vez más, que de los cercos se sale peleando.