¿Quien no se acuerda de haber cantado esa canción?
La seño como decíamos, esas que son las verdaderas hadas madrinas de la infancia, que tejen sueños y cultivan el intelecto con paciencia y dedicación. También estaban la palmita de manteca, los juegos y los padres dejándonos en el círculo infantil.
En estos universos de alegría y color, los niños exploran el mundo con asombro, descubriendo la magia de los números, el encanto de las letras y la belleza de la creación artística. Los círculos infantiles son hogares lejos del hogar, espacios seguros y estimulantes donde los niños aprenden a jugar, a compartir, a respetar y a amar.
Surgen en Cuba en 1961, pocos años después del triunfo de la Revolución, como una respuesta a la necesidad de incorporar a las mujeres al mundo laboral y productivo, garantizando el cuidado y la educación de sus hijos. Vilma Espín Guillois, fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), fue una de las principales promotoras de esta iniciativa.
Los círculos infantiles son semilleros de valores, donde se cultivan la solidaridad, la amistad, el compañerismo y el amor a la patria. En cada canto, en cada juego, en cada abrazo, se transmiten los principios que guiarán a los futuros ciudadanos cubanos.
Son puentes hacia el futuro, que preparan a los niños para la escuela primaria, brindándoles las herramientas necesarias para triunfar en su camino educativo.
Un tesoro invaluable constituyen los círculos infantiles, un símbolo de la Revolución y un testimonio del compromiso del país con la infancia. Son la sonrisa de un futuro prometedor, la esperanza de un mundo mejor y el legado más hermoso que podemos dejar a las nuevas generaciones.