lunes 18 agosto 2025

Siete Estrellas iluminaron a Septiembre

“Las Siete Estrellas” iluminaron mi niñez en septiembre, porque estas “cabrillas” me coronaron el apetito por saber qué hay más allá del alcance del ojo común, bien arriba, cuál cielo enigmático siempre fue mi pasión y aún lo es, con el acento de los Virgos, las Delta acuáridas entre el 25 de agosto y el 8 de septiembre.

Las muy esperadas lluvias de estrellas, las Perseidas de septiembre entre el 5 y el 17 de este mes, y qué decir, del acento majestuoso de las Delta aurígidas, entre el 18 y el 10 de octubre, cuando es más tormentoso el tiempo aquí, debajo, en la tierra, específicamente, entre más lluvias, relámpagos, vientos fuertes y huracanes en el Caribe-Atlántico.

Aquellas “cabrillas” me traicionaron, no porque luego supe que se trataba de las muy bellas “Pléyades”, que en tiempo de la Antigua Grecia tuvieron fama como las siete hermanas muy hermosas, por tanto, leí entonces por un gigante libro sobre la historia de las Matemáticas, ilustrado por cierto y que aún conservo, que ellas eran el acento más espectacular en el cielo invernal.

Y como entonces no había internet, los “vejigos” del viejo barrio en Veguita de Galo, después de jugar reposábamos inclinados en el portal de Godoberta Hierrezuelo Rustán, mi abuela, prima de Compay Segundo, siempre con el deleite ante el cielo negro, brillante, en movimiento hasta que apareció un telescopio casero, y ahí quedamos absortos toda la noche y parte de la madrugada, de pronto, una noche el profe Roberto, (hermano del legendario Rafael Mock Castro, fundador y jefe del Contingente Héroes del Moncada) nos enseñó a: Aries, Piscis, Casiopea, Cefeo, Lacerta, Pegaso, la Osa Menor, Draco, Cisne, Lira, Vulpecula, Sagita y Hércules, flotando en septiembre con muchos destellos a millones años luz de la tierra.

Pero el acento mayor fue con la aparición de “Las Pléyades”, visibles ante un especie de pasarela cósmica, nada menos que a cuatrocientos años/luz de la tierra, la decepción fulminante fue que, ni eran princesas, ni diosas, ni una sola o siete estrellas, más bien tres mil estrellas, que tampoco constituyen una constelación, pero la vista humana promedio, las divisan como “siete cabrillas” o como dijo el vecino: “siete hermanas” muy hermosas que cautivan al hombre hace mucho tiempo.

“Las Pléyades” son hijas del titán Atlas y la ninfa marina Pléyone, servían a Artemisa, la Diosa de las alturas y la caza, tenían que conservarse vírgenes, plenas de juventud y hacer gala de su hermosura para ser esposadas con dioses, lógico, una desobedeció y tuvo como pareja a un mortal, por eso, de las siete, existe una menos brillante en el cielo.

¿Y cómo llegaron tan lejos “Las Pléyades”?

Orión era cazador y cuando una mañana las vio, entonces, estuvo detrás de ellas por un lustro; sucedió que las siete hermosas se quejaron ante Zeus y el supremo decidió convertirlas en palomas y volaron tan alto hasta que un día desaparecieron, pero no del todo, porque revivieron en el firmamento lejano como estrellas, las “siete cabrillas”, las “siete hermanas”, mis majestuosas de septiembre con sus correspondientes interpretaciones en la cultura americana, pero cada una con su identidad: Alcíone, Astérope, Celaeno, Electra, Maia, Mérope y Taigete.

Hoy, todas tatarabuelas muy hermosas todavía, cautivadoras -tal vez- como parte del misterioso don recibido por Zeus, jamás revelado, para mortificar al viejo Orión, posible simulador de su muerte y que en vano pudiera estar en acecho desde su constelación, ante la supuesta caída de las Siete Hermosas sobre los océanos, en atención a un oculto pedido a su padre Poseidón, el Dios de los Mares, en aras por retener a sus ninfas esbeltas y a escondidas cuarenta noches y cuarenta días, “Las Pléyades”.

“Las Siete Estrellas” iluminaron mi niñez en septiembre, porque estas “cabrillas” me coronaron el apetito por saber qué hay más allá del alcance del ojo común. Portada: Santiago Romero Chang
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