“No mueren nunca sin dejar enseñanza, dijo José Martí, los hombres en quienes culminan los elementos y caracteres de los pueblos…”
Por eso hoy es un día, no simplemente para recordar a dos grandes de la historia, es vasta la razón para un homenaje centrado en una herencia de pensamiento y acción, cuando más lo recaba la Patria.
En el calendario cubano el 14 de junio asume el privilegio de ser fecha de nacimiento, en años distintos y con un siglo de diferencia, de Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de la Serna, símbolos eternos de altruismo, decoro y lealtad.
En circunstancias históricas diferentes, pero urgidas de resistencia y heroísmo en defensa de la Patria, supieron a fuerza de inteligencia, coraje y determinación, marcar un camino destinado al triunfo.
Hoy no alcanzan renglones para ejemplificar el sentido práctico de ambos, la sensatez, la fortaleza de espíritu, la clara comprensión de la lucha necesaria, la intransigencia revolucionaria, el humanismo, la responsabilidad, el apego a Cuba y la justicia por el bien de todos.
Maceo no tuvo larga experiencia para conocer el imperialismo, pero aún así, según se conoce, ante la propuesta de alguien de pedir ayuda a los Estados Unidos para combatir a los españoles, le respondió: “…sería la única vez en la vida que estaría al lado de España”. Y con la misma mirada es conocida la expresión del Che de no permitirle intromisión al imperio, “ni un tantico así”.
Y es que como dijera nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz: “El futuro de nuestra patria será un eterno Baraguá…”, lo que refiere intransigencia y patriotismo, ante cualquier afrenta o intromisión, a costa de la soberanía conquistada por un pueblo, pletórico de mártires y héroes.
Por eso hoy mucho más que destacar la obra excelsa de ambos, urge acentuar el homenaje, no con palabras altisonantes y muy merecidas, sino con esa diaria entrega consciente, que se manifiesta en la creatividad de hombres y mujeres, ante la batalla afanosa, para avanzar y vencer los obstáculos.
La herencia de pensamiento y acción de ambos héroes, deviene inexorable para el encause cabal y certero de los procesos, que permitirán salir adelante, con la fuerza invencible de la verdad, sin margen a los errores, ni al reblandecimiento de carácter, ni a sentimientos de pertenencia lastimados, porque nunca habrá quien pueda evitar el abrazo fiel de los cubanos por amor. Y eso reafirmará “… que no han muerto al final y que viven allí, donde haya un hombre presto a luchar, a continuar…”.
