Los problemas en la transportación de pasajeros no es un asunto nuevo en el sector urbano, en tanto las capitales de provincias cobran mejor dinámica de crecimiento demográfico, nunca parejo, ni siquiera aproximado, al régimen de crecimiento demográfico, debido a múltiples factores, desde lo económico hasta lo sociocultural.
La transportación urbana refleja bien claro el duro impacto del bloqueo económico y financiero por parte del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, pero no es menos cierto el cúmulo de problemas derivados por la desorganización, las indisciplinas sociales, el desaprovechamiento de las capacidades internas, aunque pocas, pero malgastadas y súmele la indolencia y la irresponsabilidad que van de la mano en el volante, tanto en carretera nacional como en el transporte público, por ejemplo, en la ciudad de Santiago de Cuba.
Dígase de una urbe con más de medio millón de habitantes, numerosas irregularidades por baches, movimientos de diferentes tipos de transporte, tanto de empresas, del servicio urbano local como el deterioro agravado por falta de mantenimientos, maltratos, robos de piezas, accesorios, asientos, gomas, ventanas, en fin… un amplio banco de problema que hoy se ve más complejo por la falta de combustibles y lubricantes, principalmente, por el bloqueo, aunque repito, la desorganización interna también incide.
En las piqueras públicas concentradas en la ciudad de Santiago de Cuba, están muchas evidencias, por ejemplo, en la esquina de Trinidad y la Carretera Central, en el parque Abel Santamaría, frente al cuartel museo, Ciudad Escolar 26 de Julio. Allí frecuentan camionetas ensambladas, con piezas y accesorios de ómnibus Diana de reciente ingreso en la red de transporte, muy visibles, las barras niqueladas de seguridad para los pasajeros, los asientos de Yutong chinos, ventanas y sistemas de luces que todavía portan el cuño comercial del país amigo asiático, sin mencionar los motores, barras de transmisión, luces y techados que colocan la pregunta, cómo llegaron a manos de los dueños de estas camionetas, camiones y máquinas.
Sólo esta observación anula cualquier debate para determinar la procedencia de los recursos desviados para el ensamblaje y puesta en circulación de estos renovados medios de transporte que hoy sus dueños, sin escrúpulos, aumentan una y varias veces el precio del pasaje, para acuñar la era de la danza de los millones.
Las autoridades poco o casi nada hacen, mientras cobran actualidad las reflexiones de Fidel sobre la necesidad de inspectores de inspectores, la fiscalización, el control, el valor de la contabilidad real y responsable, una economía llevada, minuto a minuto, con el lápiz y el papel en mano.
Ahora, en otra piquera pública como la céntrica zona de la avenida de Garzón, frente a la heladería Coppelia, también pululan los ómnibus articulados Yutong en franco deterioro que implica como la irresponsabilidad gana en campo, son menos los medios de transporte y más caro los privados que sobreviven gracias a la desvergüenza en circulación, pero las autoridades del tránsito sólo velan por el cumplimiento del código de viabilidad, la circulación correcta, amén de la indolencia que sigue y está respaldada por certificaciones fraudulentas.
Cuando surge la polémica allá en el Distrito José Martí o en el Abel Santamaría, dos zonas muy afectadas en la transportación de pasajeros, algunos miopes consignan de que son los particulares los que resuelven la actual situación del transporte y así ponen al Estado como el incompetente, a sabiendas de que piezas, accesorios, motores, pinturas, asientos, hasta la carrocería fueron robadas de los talleres, establecimientos, parqueos, almacenes y cuantos sitios insospechados para la sustracción de gasolinas, aceites y petróleo.
Algo similar ocurre con las motos que, poco a poco, se fueron concentrando en la ciudad de Santiago de Cuba, y aunque muchos casos fueron resueltos por la Policía Nacional Revolucionaria, los ladrones insisten y están al tanto de cualquier mínimo descuido en el cuidado, vigilancia y control, tanto de los dueños particulares como estatales.
Y lo peor, tanto choferes de motos, como de cualquier otro medio de transporte, sobre todo, los estatales, están llamados a la cooperación en medio de las actuales situaciones económicas, pero el cubano de a pie sabe y sufre diariamente ante la indolencia de no pocos choferes que prefieren llevar el ómnibus vacío, porque están persuadidos de que adelante no encontrarán ningún silbato oficial de pare, ni denuncias.
Y mire periodista, como se han hecho llamados y no pasa nada, me dice Dolores Vázquez Calzada, una abuela de ochenta primaveras, después de tres horas y media en la parada inicial del reparto Versalles, uno de los más lejanos y muy afectados en esto que se repite millones de veces, el transporte, amigo, el transporte.