Desde 1836, Estados Unidos ha intervenido en 70 países. En muchos de ellos varias veces. Cuba está incluida entre ellos.
La primera vez impidieron el triunfo de los mambises en una guerra que tenían ganada por la independencia del país de la metrópolis española.
La segunda vez, que duró 3 años, afianzó el sistema neocolonial instaurado en la Isla. Vendrían otras, hasta que en 1961 obtuvieron la primera derrota en América Latina.
Cada intervención vino envuelta de una propaganda que vistió y viste aún la injerencia como una supuesta ayuda.
Solo en el siglo XXI dejaron como saldo 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados.
Ser antimperialista entonces es ser consecuente con la historia de nuestros países oprimidos.
José Martí, que fue capaz de admirar los adelantos científico- técnicos de ese país, dijo como legado al futuro, al final de su vida, que todo cuanto haría sería para impedir la intervención de Estados Unidos como una fuerza más sobre nuestros pueblos de América.
