Cada antorcha encendida representa una idea martiana, expresó la víspera Carlos Leyva, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria en la santiaguera Universidad de Oriente, a propósito de la reedición de la Marcha de las Antorchas, en vísperas del aniversario 170 del natalicio de José Martí.
El joven manifestó a los miles de santiagueros que se dieron cita este viernes para protagonizar la peregrinación, la vigencia del pensamiento antimperialista del Héroe Nacional, con la denuncia contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos a Cuba y el rechazo a la subversión ideológica.
Leyva destacó que en esta fecha todo el país prende la llama de la dignidad, por la resistencia y los avances económicos y sociales de esta pequeña isla.
Resaltó cómo hoy también se ilumina desde las redes sociales el ideario martiano, que tiene como esencia asumir al Apóstol de la independencia, sus valores y legado para ser mejores seres humanos y revolucionarios.
Desde la escultura “Martí crece”, situada en la intersección de la Avenida de los Libertadores y el Paseo Martí, hasta el cementerio patrimonal Santa Ifigenia, marcharon los jóvenes, encabezados por los miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba Jose Ramón Monteagudo Ruiz, primer secretario en la provincia, y Beatriz Jhonson Urrutia, gobernadora.
Rafael Torres, estudiante santiaguero, expresó el orgullo y el compromiso que representa homenajear la memoria del más universal de los cubanos, excepcional poseedor del pensamiento latinoamericano más completo del siglo XIX y ferviente enamorado de su Patria continental.
Cada joven revolucionario lleva en su corazón sus ideales y se reflejan en los deseos de graduarse y contribuir al desarrollo del país, bajo la voluntad martiana de que es mejor ser útil y no príncipe, aseveró.
Hace 70 años Fidel Castro, líder histórico de la Revolución cubana, caminó con un grupo de 300 jóvenes con antorchas encendidas desde la Escalinata Universitaria de La Habana hasta la Fragua Martiana, para no permitir que el Apóstol muriera en el año de su centenario, una tradición continuada por las nuevas generaciones de cubanos.
