Para llegar a nuestro destino en el campus de arte universitario hay que atravesar el corazón de Fort de France.
Todas las capitales son agitadas, bulliciosas, a veces agobiantes. Más aún si está acentuado el sol y el calor, con una particular incidencia en nuestras regiones.
Automóviles, que parecen dominar la vida moderna de la urbe, van y vienen sin parar por calles muy estrechas con nombres que se debaten entre lo francés y lo martiniqueño. Que toponimia esa tan multicultural con arraigos y contradicciones.
No obstante hay un nombre sin cuestionamientos. Un amigo de Cuba que da nombre al aeropuerto, a la escuela, al teatro, a cada rincón inimaginable de la isla. Aime Cessaire: que hombre venerable, reinvindicador de la raíz africana, poeta de la negritud… Teresa Melo y Coss Cauce desde el Festival del Caribe han sido defensores de versos asi, raigales, auténticos.
El itinerario pactado con los anfitriones de la Alcaldía de Lamentin no permite a la delegación santiaguera detenerse en los detalles que hacen particular a esta ciudad tan similar a la nuestra. Sin embargo, con la compañía del Premio Nacional de Arquitectura y Conservación, Omar López, aunque sea de forma fugaz, entiendes cada estilo, época, concepto y material empleado para levantar esta ciudad. Asombra la prefectura de Martinica, la Biblioteca Schœlcher o la Iglesia de San Luis. Por esta vez nos deberemos el selfie entre estos monumentos.
En Martinica son laberínticos los caminos, un desafío para quien es novato como chófer o peatón. En cualquier ángulo que miras domina por un lado la montaña y hacia otro el mar. Por momentos tal parece que estás en medio del Tivolí disfrutando del anfiteatro de terrazas repleto de casitas con infinidad de tipologías.
Pocas edificaciones se elevan al cielo. En muchas otras se viste el acero cual escudo medieval. Eso de protegerse de los temblores parece un mal presagio que persigue al caribeño. Misericordia.
Mucha de esa riqueza cultural oriunda, a veces entremezclada con los comercios y la publicidad, es inspiración para la Universidad que nos recibe con aulas consagradas al diseño, el arte y la comunicación. Esto es un espacio que estimula la creatividad, expresa Lescay, acostumbrado a la transgresión, al riesgo, a ser un cimarrón en las artes.
Cuba se mezcla entonces entre jóvenes talentos de Guadalupe, Sant Martín, Guyana, Barbados, quienes buscan realizar su sueño en este campus.
Sorprendente el arte digital con códigos numéricos. Aquí lo artístico se combinan con algoritmos, transmedialidad, e interactividad. Así encuentras una pieza pictórica, sensible al tacto que produce sonidos, colores, olores.
En el dialogo surgen las propuestas de intercambio con la Oficina del Conservador, la Fundación Caguayo, la Universidad y otros espacios que atraen de Santiago. Hay mucho por compartir en eventos, festivales, exposiciones de artes plásticas, arquitectura, audiovisual, y cine caribeño. Veremos qué pasa en lo adelante.
Al final una propuesta artística reúne a Europa, el Caribe, en una misma sala. Quién negaría que somos un gran caldero donde se cuecen influencias de muchas partes.
La artista de la danza, Ketlly Noel, habla de identidad, de huellas, de amor. Que palabra esa tan poderosa cuando hay tantas cosas que nos dividen. El mundo necesita más de esa voz.