Félix Varela en los cimientos de Cuba

El 25 de febrero de 1853 falleció en San Agustín de La Florida, Estados Unidos, el sacerdote, filósofo, político y educador cubano Félix Varela, hombre que fuera un mortal y un cosmos a la vez, por su fulgurante lucidez e influyente acción revolucionaria, apreciable en todos los tiempos.

El 25 de febrero de 1853 falleció en San Agustín de La Florida, Estados Unidos, el sacerdote, filósofo, político y educador cubano Félix Varela, hombre que fuera un mortal y un cosmos a la vez, por su fulgurante lucidez e influyente acción revolucionaria, apreciable en todos los tiempos.

Sobre el hecho luctuoso ocurrido hace 169 años, cuenta la historia que resultaron vanos los esfuerzos realizados por algunos ex discípulos del maestro que habían intentado su repatriación, al saberlo muy enfermo, con el fin de aliviar sus sinsabores al poder, al menos, regresar a su tierra natal antes de expirar.

Un exilio duro, aunque también lleno de actividad y fecundidad, había padecido el presbítero, obligado por causas políticas que estuvieron a punto de costarle la vida. Esto lo llevó a vivir muchos años lejos de Cuba, fundamentalmente en el país norteño donde había fenecido y en el cual le había nacido su vocación religiosa siendo muy niño, de la mano de su abuelo.

Nacido el 20 de noviembre de 1788, ese hombre- de aspecto enjuto y temperamento posiblemente nervioso y alerta-, fue quien introdujo en los claustros universitarios del Seminario de San Carlos debates osados sobre jurisprudencia, historia, filosofía y ciencia –banderas del iluminismo que campeaba en el intelecto europeo- con gran frescura y sin temores.

Y conste que era para andarse con mucho cuidado. Eran tiempos en que la colonia estaba dominada por el pensamiento venido de la patrística escolástica y la teología bendecida por la metrópoli que preconizaba la memorización, la fe sin discusiones y el aprendizaje catequizante, sin espacios para la duda y el discernimiento.

Posiblemente sus alumnos, jóvenes al fin, se encandilaron entonces con lo nuevo, la irreverencia intrínseca de los métodos del cura inusual y en su resultado transgresor. Y atestaban su salón de clases donde por lo común no cabía tanto público interesado, incluso asomado por puertas y ventanas.

En aquel tiempo, pues, Varela llegaba muy lejos incluso al proponer como vías para el conocimiento verdadero el ejercicio de la razón, la duda, el experimento y la comprobación no solo en materias denominadas exactas como la física, la química y las matemáticas, sino también en las disquisiciones filosóficas e históricas. Tenía un enfoque avanzado de los más diversos fenómenos que llamaban su atención, fueran materiales o espirituales, y la novedad que aportaba fascinaba a sus audiencias.

Es razonable que ese accionar revolucionario, en el sentido nato de la palabra, influyera en la formación del pensamiento patriótico nacional que sobrevendría con fuerza en la segunda mitad del siglo XIX, sin contar que él mismo participó en acciones de tipo político que lo señalaron como un criollo proclive a la independencia de la colonia y contrario a la oprobiosa esclavitud de los hombres, en una época en que la nacionalidad cubana no estaba reconocida.

José de la Luz y Caballero, otro brillante pedagogo cubano, al decir más adelante que Varela fue el primero que nos enseñó en pensar, como su mérito principal, nos legó una definición que los hijos de esta tierra consideran inmejorable y única.

Varela tenía conocimientos profundos de teología, filosofía, política, latín, historia, jurisprudencia, epidemiología y de cultura general, como un ente del Renacimiento. Pero hizo de la práctica (praxis) –nunca fue un estudioso contemplativo- un método esencial que le permitió aportes científicos utilizando la investigación y la empírica, en laboratorios que se afanó en hacer construir y dotar a su alrededor.

Expertos consideran que su ideario político-social no pierde vigencia, como por ejemplo la conciencia que tenía sobre la importancia de propagar la enseñanza y la instrucción en la población. Afirmaba que la instrucción resultaba tan necesaria para los pueblos como la necesidad de comer, y era algo que no admitía demoras.

Sus inusuales dones lo llevaron al epicentro de importantes sucesos políticos de su medio y tiempo. En 1822 viajó a la metrópoli para fungir como Diputado a las Cortes Españolas, lo cual cumplió en Madrid, junto a otras personalidades.

Estando en esa plaza realizó una petición a la Corona para que instaurara un gobierno económico y político más autónomo en las llamadas Provincias de Ultramar. También solicitó reconocimiento a la independencia de Hispanoamérica y escribió sobre la necesidad de abolir la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, aunque esto último no llegó a presentarlo en las Cortes.

Aquello enojó de veras al absolutismo implantado con mano muy dura para las colonias por Fernando VII, y apenas tuvo tiempo de salvar la vida por un tris y refugiarse en Gibraltar, pues sobre él pesaba una condena a muerte.

Por tales motivos el Padre Varela se vio obligado a residir hasta el fin de sus días fuera de su tierra natal. Se dirigió a Estados Unidos, donde recibiera en su primera infancia educación religiosa por mediación de su abuelo con el Padre O’Reilly, un suceso de gran influencia para él.

No tardó en conquistar respeto y reconocimiento en esa nación. En 1837 fue nombrado vicario general de Nueva York, y en 1841 le confieren el grado de doctor en la facultad de Teología del Seminario de Santa María, de Baltimore.

Debido a problemas de salud, a partir de 1846 viajó con frecuencia a La Florida, en busca de un mejor clima. Allí fallece a los 64 años.

Sobre su formación, vale recordar que en su adolescencia y juventud estudia en el Real y Conciliar Colegio Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana a la temprana edad de 14 años.

Su vocación teológica fue auténtica y cambió el designio familiar de una carrera militar. Recibió instrucción paralela en la Universidad de La Habana y a los 19 años, el sobresaliente jovencito recibe cátedras de sus propios profesores.

Es investido como sacerdote a los 23 años, y a los 24 el Padre Varela es nombrado profesor de Filosofía, Física y Ética en el Seminario, donde instala el primer laboratorio de Física y Química de la Isla.

Tiene en su haber la fundación de la primera Sociedad Filarmónica de La Habana e ingresó y trabajó en la Sociedad Económica de Amigos del País. Escribió obras de teatro presentadas en escenarios habaneros y redactó libros de textos para estudiantes de Filosofía. (Martha Gómez Ferrals)

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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