Santiago de Cuba, 5 dic.— La idea, como tantas otras, surgió del genio de Fidel: Celebrar cada cinco de diciembre el Día del Constructor en homenaje a Armando Mestre, asaltante al Moncada y expedicionario del Yate Granma.
Y qué responsabilidad para los constructores que han llevado sobre sus hombros una parte significativa de la edificación de la Revolución misma. En más de seis décadas han crecido junto a las obras sociales que salpicaron de sudor y enaltecieron con su sacrificio.
La geografía cubana se transforma con estos hacedores de funcionales y bellos paisajes, esos que poblamos y vivimos con el orgullo de saberlos auténticos, frutos del amor.
En cada espacio que le arrebatan al abandono y al mal gusto, en cada inmueble terminado y ahora al servicio del pueblo, está el testimonio del trabajo de ellos que aun los rigores y carencias ayudan a levantar la nación.
Saben que entre sus retos más urgentes está la ejecución a tiempo, el buen gusto, la calidad y la eficiencia. También las demandas de un país que no se conforma sino con toda la justicia. Y esa pasa por las manos firmes y creadoras de los constructores.
A un restaurante ahora en terminación vendrán muchas personas en planes de celebración, en el terreno donde se levanta un barrio vivirán seguras y confortables decenas de familias, gracias a la conductora de agua ahora en fase de montaje serán beneficiadas miles de personas. Pero antes, hará falta que muchos hombres y mujeres hagan la magia de culminar la obra.
Viven entre nosotros, caminan nuestras mismas calles, su humildad nos les permite advertir que cada mañana que despiertan, todo alrededor comienza a transformarse para bien.
La idea, como tantas otras, surgió del genio de Fidel. Y que bueno, pues sería un error no tener en la arquitectura de nuestra vida un día especial para llamarle en medio de la faena de turno y decirle: !Felicidades constructor!.
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Realizador de Radio (Locutor, director de programas y escritor) en ICRT