Santiago de Cuba, 29 oct.— Vivimos hace pocos días la jornada por la cultura nacional, esa que se ha forjado de la mezcla de varias latitudes, entre ellas la que nos legó el continente africano.
Durante el período colonial en Cuba, el desarrollo de la industria azucarera trajo esclavos de Nigeria hacia la Mayor de las Antillas a fines del siglo 18. Mediante la fe se conservaron los cantos, los bailes, los tambores, las relaciones corporales y anímicas que aún se perciben en Cuba; donde los pueblos africanos reprodujeron los sistemas de ciudades-estado y conservaron las estructuras de cabildo durante sus relaciones espirituales.
Al tratar los amos esclavistas de imponer el catolicismo como establecía el mandato evangelizador desde el comienzo de la colonización española en América, se iniciaron los procesos de sincretismo y de transculturación.
Hoy cientos de cubanos desean saber sobre su presente e indagan qué va a pasar en el futuro, precisamente porque les vienen de cerca los vínculos con las raíces de esta religión. Parafraseando a Adalberto Álvarez, director de una de las agrupaciones soneras cubanas, es cierto que “hay gente que te dice que no está en na’ y van a consultarse por la madruga’…”
Esas prácticas se mantienen. Algunos las ven como fuente para el mal, otros como salvación, pero en general es una manera de tener fe, a través la confianza en seres sobrenaturales. Esta manifestación la critican muchos racionalistas religiosos y no creyentes porque la valoran como una actitud irracional, teniendo como punto de vista que no se debe creer en algo sin pruebas ni lógica.
Sin embargo, aún algunos seres humanos veneran a los orishas, los imitan y conservan el legado cultural de sus antepasados.
La santería es fruto del sincretismo entre yorubas y católicos, la cual se considera como pagana.
La santería es producto de un proceso de largos años. El comercio, con su perspectiva de aunar fondos, no podrá apagar la tradición que se vive hoy desde la visión afrocubana. Sin embargo, ella no puede circunscribirse a lo que revela en sus manifestaciones más conocidas como ‘tirar los caracoles’ o ‘hacerse santo’.
Se debe ver también con una perspectiva cultural que es, en definitiva, lo que la hace perenne en la historia.