El Congreso no terminó, vive otra etapa

Granma
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Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
«Pero yo quiero ver a Fidel con ellos ahí», dijo Sofía, de seis años, con el índice hacia el televisor, que mostraba secuencias de la primera jornada del 8vo. Congreso del Partido, entre las que aparecían rostros inconfundibles que, de alguna manera, por suerte, nos acompañarán para siempre.

«Pero yo quiero ver a Fidel con ellos ahí», dijo Sofía, de seis años, con el índice hacia el televisor, que mostraba secuencias de la primera jornada del 8vo. Congreso del Partido, entre las que aparecían rostros inconfundibles que, de alguna manera, por suerte, nos acompañarán para siempre.

Justo en ese instante, aquella inocencia infantil invocó el nombre entrañable y, con él, asomó inevitable cierta nostalgia en las miradas adultas que se cruzaron en la sala de un hogar cubano, cuyos habitantes asistían, a través de la pequeña pantalla, a otro momento crucial de la patria.

El recuerdo –confesó alguien entonces– devolvió en un susurro la pregunta lanzada desde la Plaza de la Revolución por el amigo nicaragüense, en una noche luctuosa de noviembre de 2016.   

Cuatro años y cinco meses después de aquella tremenda desgarradura, Cuba iniciaba otro alumbramiento, y en un hogar del país, un hombre, su esposa y la prole, en total seis personas de cuatro generaciones y una misma familia, tenían las miradas en el televisor que, a esa hora, atendía el archipiélago todo. Allí, sin duda, seguía Fidel.

El sueño de Cuba flameó en el ambiente hogareño, durante cuatro jornadas. En tiempos de pandemia, y al calor del Congreso, nuestros hogares han sido la patria en esa dimensión íntima que reseñó Díaz-Canel.

Desde su diversidad, en las casas cubanas tuvo lugar también el «ineludible estremecimiento», reclamado con firmeza de trueno y claridad de relámpago, por una voz igual de entrañable, en el Informe Central a la cita, que suscitó análisis, identificó retos, delineó pautas, acentuó el rumbo.

En el afán de asumir lo dicho y llevarlo a hechos, en el camino habrá que volver, una y otra vez, sobre los acuerdos de la reunión, porque no termina, vive otra etapa.

Unidad, continuidad, esas prendas cubanas incomodan a quienes nos miran con ojos de águila, siguen intactas, acaso más fuertes y relucientes ahora, tras un evento que alumbró los próximos años de la nación y, a la par de un porvenir desafiante, no exento de riesgos, mostró una fuerza formidable para encararlo.

El compromiso lo reiteró la nueva dirección del país, y el pueblo había hecho lo mismo en jornadas previas. Con las riendas sostenidas ahora por otras manos, Cuba transita la misma ruta. Quienes la hicieron grande acompañan los sueños de un pueblo consciente de que urge labrarlos con manos audaces. Soñamos con los pies en la tierra y «en el estribo».

En el clamor espontáneo de una voz inocente va el sentimiento de una nación, la lealtad multiplicada en horas de alumbramiento; un «quiero ver a Fidel», multitudinario, silencioso; un compromiso ratificado en la intimidad de las almas que acompañaron y sintieron, de una punta a la otra, del caimán, sus energías en los días conmovedores del Congreso.  ()

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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