Santiago de Cuba, 5 jul.— Después de tres guerras, exilio, prisión, cuestionamientos y más de 500 combates, sólo la muerte puso coto al carácter insugestionable del Mayor General José Maceo y Grajales.
«El Dios cubano de la Guerra», como lo bautizara el Apóstol, quedó inmortalizado el 5 de julio 1896.
Cada año en esta fecha, incluso antes de la Revolución, el panteón de Loma del Gato se perfuma con las flores del tributo, protagonizado esta vez por una representación de las autoridades y el pueblo de Santiago de Cuba.
En esta simbólica fecha ingresaron a las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas y el Partido, una veintena de jóvenes del municipio, un compromiso que destacó Maité Casternaux, en nombre de los nuevos militantes.
El Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia también fue testigo de homenajes a quien sus propios soldados llamaron El León de Oriente, con reverencia paternal.
De José ha trascendido su experticia con el fusil y el caballo, su don de mando y su resolución excepcional, demostrada también en la Protesta de Baraguá.
Tras sobrevivir a 17 impactos de bala en 28 años de lucha, no logró redimir el destino que profetizara su hermano Antonio para los de su raza: morir empuñando el machete. El tercero de los Maceo-Grajales partió en avanzada perpetuando su estirpe mambí en el Olimpo libertario de Cuba.
