Santiago de Cuba, 24 feb.— A principios de 1895, el ambiente en Cuba era francamente insurreccional. El fracaso del Plan de Fernandina, al incautar las autoridades estadounidenses las armas de la expedición que organizaba José Martí para reiniciar la Guerra Necesaria, lejos de amilanar a los independentistas, incrementó el espíritu revolucionario.
Los jefes comprometidos dentro de la isla, ansiosos por retornar a la manigua, apremiaban al apóstol para que firmara la orden de alzamiento, con el argumento de que el gobierno colonial español ya estaba sobre aviso y en cualquier momento podían caer detenidos.
El 29 de enero, Martí convocó a Mayía Rodriguez, en quien Máximo Gómez había delegado, y a Enrique Collazo, para valorar las noticias e informes recibidos de Cuba. Los reunidos coincidieron en la necesidad de impartir cuanto antes la orden de alzamiento, la cual redactó el Héroe Nacional de Cuba y suscribieron los tres. En ella, se autorizaba: “el levantamiento simultáneo, o con la mayor simultaneidad posible, de las regiones comprometidas”.
En su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano en la isla, Juan Gualberto recibió la ya mencionada orden. Una interesante propuesta la de Quintín Bandera: fijar como fecha del alzamiento el 24 de febrero, primer domingo de carnaval.
Ni en la orden de alzamiento, ni en documento posterior escrito por Martí o Juan Gualberto, se distingue a localidad alguna como el centro principal de la sublevación. Según varias fuentes, unas 35 localidades de distintas partes del país se levantaron en armas contra el colonialismo español aquel 24 de febrero.
Sería una imperdonable simplificación histórica reducir los sucesos a este pequeño poblado oriental. Hacer del heroico Baire el centro aislado, sería desconocer que el 24 de febrero de 1895, como resultado de una sabia orientación táctica de Martí, lo que tuvo lugar fue un levantamiento simultáneo, con el cual el Delegado del Partido Revolucionario Cubano aspiraba a que la lucha se extendiera a toda la isla, para permitir que la Guerra Necesaria tuviera brevedad y eficacia, como bien había definido, aunque no se lograra en la escala prevista del proyecto martiano.
Independencia o muerte volvió a ser el grito de aquel domingo de carnaval del 24 de febrero de 1895. Se reinicia la gesta emancipadora de La Demajagua pletórica de las ansias de libertad de todo un pueblo. En esta oportunidad, como reflejo de la labor política del Partido Revolucionario Cubano y de su máximo exponente, José Martí.
Y así, la fecha fue convirtiéndose en referente. Desde la época de la República, los veteranos conmemoraban el 24 de febrero, era un vínculo que los mantuvo unidos. Ya en 1976, e igual día, se proclama la Constitución Cubana, sometida a referendo el 15 de febrero anterior.
La unidad que Martí enarboló, posee simbólico valor para el pueblo cubano y su vigencia resulta irrevocable. Las votaciones de este 24 de febrero de 2019, rinden tributo a la esencia independentista y dignificante de quienes se alzaron en la manigua para reiniciar la Guerra Necesaria que salvaría a la Patria.
Debatida por voces de intelectuales, obreros, campesinos, jóvenes y veteranos, negros y blancos, hombres y mujeres en igualdad de condiciones, el nuevo texto constitucional cubano expresa la voluntad soberana del pueblo, en pleno y cabal ejercicio democrático, para sostener la pertinente unidad que Martí proclamó cuando expresara “Juntarse, es la palabra del mundo”.
