viernes 05 diciembre 2025

Crónica de un amanecer que fue tormenta

El amanecer del 30 de noviembre en Santiago de Cuba no llegó con el sol. Llegó con el crepitar de los radios, con un código cifrado que todos entendían: la ciudad, de pronto, se vistió de un uniforme improvisado. Camisas y guayaberas verdes brotaron como una extraña cosecha de dignidad en balcones y calles adoquinadas. No era una moda; era un juramento. Era la señal.

Frank País, el estratega de mirada serena y planes audaces, había convertido la urbe entera en un tablero de ajedrez viviente. Mientras en algún punto del Caribe, el yate Granma surcaba las olas cargado de sueños y fusiles, Santiago decidió no esperar. Decidió ser la primera respuesta, el grito de guerra que anticipara la llegada.

Las manecillas del reloj evocan el pasado. Ve, en el ojo de la memoria, una escena surreál: la ciudad colonial, habituada al son y al calor, se transformó de golpe en un laberinto de fuego y estrategia. No eran soldados de academia; eran estudiantes, obreros, mujeres anónimas que cambiaron la rutina por un arma. Cada disparo era una palabra de un manifiesto que se escribía a la velocidad del relámpago.

La tiranía de Batista, que creía la ciudad domada, se encontró con que las piedras mismas le eran adversas. El objetivo no era ganar la guerra en un día; era demostrar que la guerra era posible. Y vaya si lo lograron. La acción fue un trueno perfecto, un desgaste calculado para distraer al monstruo mientras la semilla principal—la del Granma— buscaba la tierra.

Pero los amaneceres heroicos a menudo se tiñen de luto. La sangre de Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada regó esas mismas calles que habían defendido. Y la de Frank, asesinado meses después, se convirtió en la savia amarga de una rabia que ya era imparable. Su sacrificio no fue el final de una historia, sino el prólogo urgente de la victoria que, dos años después, llegaría para quedarse.

Como escribió el poeta santiaguero Manuel Navarro Luna: «¡La Patria viva, eterna, no entierra nunca a sus propias entrañas…! ¡Es Santiago de Cuba! ¡No os asombréis de nada!».

Hoy, Santiago no recuerda; revive. Porque hay gestas que no caben en el pasado. Se quedan, vibrantes, en el eco de cada disparo por la libertad y en el verde olivo de un pueblo que un día decidió ser ejército.

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Los juristas son, en principio, servidores públicos imprescindibles.
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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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