El 10 de octubre de 1868 marcó el inicio de la historia de la independencia de Cuba. Ese día, en su ingenio azucarero La Demajagua, ubicado cerca de Bayamo, Carlos Manuel de Céspedes, conocido como el Padre de la Patria, dio el Grito de Independencia o Muerte, levantándose en armas contra el dominio colonial español.
Céspedes, hombre culto, abogado y patriota decidido, había madurado durante años la idea de liberar a Cuba del yugo español. Aquel amanecer, reunió a sus hombres, hizo sonar la campana del ingenio y proclamó la libertad de sus esclavos, invitándolos a luchar por una causa común: la independencia de la patria. Con ese gesto de justicia y valentía, derrumbó simbólicamente los cimientos de la esclavitud y sembró el principio de igualdad entre los cubanos.
En su Manifiesto de La Demajagua, Céspedes expuso las razones que lo movían a iniciar la guerra: los abusos del colonialismo, la falta de libertades políticas, las desigualdades sociales y el deseo de construir una nación libre. Así dio comienzo la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la primera gran contienda por la independencia cubana.
Aunque aquella guerra no logró la libertad definitiva, su legado fue inmenso: unió a cubanos de distintas clases y razas bajo un mismo ideal y encendió una llama que ya nunca se apagaría. Décadas después, ese espíritu libertador continuó vivo en los patriotas que finalmente alcanzarían la independencia.
Hoy, el 10 de octubre es celebrado en toda Cuba como el Día del Inicio de las Guerras de Independencia. Es una fecha de profundo significado histórico, símbolo de dignidad, valentía y amor a la patria.
“Cuba no está dispuesta a vivir más tiempo humillada y oprimida; ha llegado la hora de ser libre.” – Carlos Manuel de Céspedes
El Grito de La Demajagua fue más que un llamado a las armas: fue el nacimiento del alma de la nación cubana.