martes 14 octubre 2025

El Che no murió en La Higuera; él se multiplicó como símbolo de las causas nobles.

Bárbaros y arrogantes fueron quienes intentaron silenciar su voz y borrar su imagen, sin embargo, lejos de conseguirlo, solo lograron convertirlo en un símbolo inmortal, en paradigma de lucha y dignidad para las nuevas generaciones.

Antes de que su nombre recorriera el mundo como mito y bandera, Ernesto Guevara de la Serna se curtió en la Sierra Maestra. En aquellos montes ásperos y húmedos, el joven médico argentino se transformó en el “Che”; fue allí donde demostró no solo su valentía en el combate, sino también su sentido humano, su rigor ético y su fe en la capacidad de los pueblos para conquistar la justicia.

Tras el triunfo de la Revolución en 1959, asumió diversas responsabilidades como ministro, diplomático, educador y ejemplo de austeridad y entrega. Su espíritu inconforme no se detuvo ante los logros alcanzados y, en 1965, consciente de que la Revolución cubana no podía ser un hecho aislado, el Che partió hacia el Congo con la convicción de que África también debía levantarse contra el colonialismo y la explotación, experiencia que, aunque marcada por dificultades, consolidó su idea del internacionalismo como deber moral.

Poco antes de emprender su gesta en Bolivia, escribió su carta de despedida a Fidel Castro Ruz, testimonio de su lealtad y lucidez política, donde dejó expresa su  renuncia  a todos sus cargos y a la ciudadanía cubana, para marchar a otros campos de batalla: “Si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, sentenció, mi último pensamiento será para este pueblo y para ti”, líneas escritas con serenidad y amor, confirmando el adiós de un hombre que entendía su vida como un servicio a las causas justas, sin fronteras.

En las montañas bolivianas de la Quebrada del Yuro continuó su lucha, decidido a encender la chispa continental, pero el 8 de octubre de 1967 fue herido, capturado y trasladado a la escuelita de La Higuera. Al día siguiente, el 9 de octubre, el sargento del ejército boliviano Mario Terán ejecutó la orden de asesinarlo, pensando que podrían borrar su existencia, pero solo consiguieron multiplicar su presencia en la historia.

Han pasado 58 años desde su asesinato, y Ernesto Che Guevara sigue siendo, más que un ícono reproducido en camisetas o murales, un ejemplo de coherencia ética que lo mantiene vivo en la memoria de los pueblos.

El Che no murió en La Higuera, él sigue siendo el Comandante Guevara, el amigo, el hombre que hizo de su vida una causa por los humildes.

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Los juristas son, en principio, servidores públicos imprescindibles.
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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