Casi todas las dificultades que enfrentan hoy los cubanos pueden explicarse, en mayor o menor medida, por la deficiente e insuficiente gestión económica, justificada o no, que afecta significativamente, el acceso a las principales necesidades básicas como son la alimentación y la salud con calidad.
Esta situación, reconocida por todos los sectores de nuestra sociedad, no obedece a simples caprichos ni a necesidades internas secundarias, sino que es resultado tanto del bloqueo económico y financiero que pesa sobre el país como de los errores cometidos en los intentos por reformar el modelo de desarrollo cubano, el cual, pese a las buenas intenciones, ha beneficiado a una minoría que acumula capital, mientras la mayoría de la población está sometida a una lucha constante por la supervivencia.
Así lo reconoce el presidente Miguel Díaz-Canel en su informe de clausura del reciente X Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC): “para impulsar la actividad económica se necesita de un riguroso control sobre lo que se aprueba y se implementa, para evaluar los resultados, corregir desviaciones y mantener el objetivo de crecer económicamente con desarrollo social”.
Sin embargo, tras años de políticas y leyes aprobadas, y pese al recrudecimiento del bloqueo, siguen sin aparecer, salvo excepciones, las respuestas internas eficaces que mitiguen y contengan los efectos que desde el exterior se nos imponen. Ninguna donación ni acuerdo económico, mucho menos en el actual contexto global marcado por la inestabilidad, podrá sustituir lo que debe construirse desde adentro: es imprescindible trabajar, innovar, producir y resistir con creatividad.
Como subrayó el propio Díaz-Canel, también es necesario “involucrar a la población en la toma de decisiones a través de mecanismos que ayuden a generar un sentido más fuerte de pertenencia y compromiso con el proyecto nacional, con el Proyecto País, en el enfrentamiento a tendencias negativas existentes en la sociedad”.
El pueblo cubano lleva décadas decidido a construir un modelo de país inclusivo y socialista, en el que cada ciudadano reciba beneficios en proporción a su aporte, sin embargo, más allá de las causas externas reconocidas persisten fallas internas que obstaculizan ese propósito, destacándose entre ellas, “la falta de control sobre lo aprobado”, que ha incidido en la implementación distorsionada de alunas políticas, leyes, decretos y otras normas jurídicas y en la desconexión entre lo diseñado y lo ejecutado que continúa definiendo, por ahora, buena parte de la realidad cotidiana.
En sintonía con ello, y como ha enfatizado el presidente cubano, la mayoría del pueblo “reclama una respuesta firme frente al delito, las ilegalidades, la corrupción, el descontrol y la mentira”, pero esa exigencia también implica entender que, para transformar la realidad, no basta con señalar errores ni esperar soluciones desde arriba o desde afuera, sino en el trabajo honesto, eficiente y colectivo y en la voluntad de cada cubano y cubana de ser parte activa de ese cambio.