Hace 74 años, en el corazón del Cementerio de Santa Ifigenia, se levantó uno de los sitios más simbólicos para la memoria nacional: el Mausoleo a José Martí. Más que un monumento, es altar de la cubanía, vigía del pensamiento martiano y llama perpetua del alma independentista de Cuba. Hoy, Santiago de Cuba conmemora con respeto y fervor patriótico esta fecha histórica.
El 30 de junio de 1951 fue inaugurado el Mausoleo a José Martí, un sueño largamente acariciado por varias generaciones de cubanos. Su diseño, obra del arquitecto Jaime Benavent, fue concebido para que la luz del sol toque permanentemente la urna que guarda los restos del Héroe Nacional. Como símbolo de su pensamiento iluminador, Martí descansa en una estrella blanca de mármol, custodiado por los colores de la bandera y por la historia viva de la Nación.
Durante décadas, este sitio ha sido punto de peregrinación cívica, escenario de homenajes y silencios compartidos. Soldados del Ejército Juvenil del Trabajo mantienen allí una guardia de honor permanente, como recordatorio del respeto profundo que el pueblo cubano profesa a su Apóstol.
En las voces de jóvenes santiagueros se sintetiza la continuidad del legado martiano:
«Venir aquí es reafirmar que nuestra generación también tiene un compromiso con la verdad, la justicia y el amor a Cuba», afirmó la estudiante de 5to grado de la Ciudad Escolar 26 de Julio Ana Laura Mendoza.
Con cada aniversario, el Mausoleo a José Martí se convierte en un renovado espacio de compromiso con la historia y el futuro. Desde su reposo eterno en Santiago de Cuba, Martí sigue convocando a la unidad, a la luz y al deber. Porque mientras el sol ilumine su tumba, su pensamiento seguirá siendo faro de la nación.