jueves 04 septiembre 2025

El bloqueo naval de 1898: Inicio de la intervención estadounidense en Cuba

Hace 127 años, en un amanecer cargado de presagios, la poderosa escuadra del contralmirante William T. Sampson izó anclas en Cayo Hueso y se dirigió hacia las costas cubanas. Era el 22 de abril de 1898, y con este movimiento, Estados Unidos iniciaba formalmente su intervención militar en Cuba bajo el pretexto de «razones humanitarias», pero con un trasfondo marcado por ambiciones imperialistas y estratégicas que cambiarían el destino de la Isla.

A comienzos de 1898, la guerra independentista cubana, iniciada en 1895, se acercaba a su capítulo final. Las fuerzas mambisas, tras tres años de lucha, desgastaban al ejército colonial español. Sin embargo, la victoria cubana no convenía a los intereses de Washington. Estados Unidos, con inversiones millonarias en la Isla y una mirada puesta en el control del Caribe y el futuro canal de Panamá, vio en la debilidad española una oportunidad. La prensa sensacionalista estadounidense, liderada por magnates como William Randolph Hearst, alimentó la narrativa de una España «bárbara», enfocándose en la cruel política de reconcentración del general Valeriano Weyler, que había dejado miles de civiles cubanos muertos por hambre y enfermedades.

El 15 de febrero, la explosión del acorazado «Maine» en la bahía de La Habana (atribuida sin pruebas a España) fue la chispa definitiva. Bajo el grito de «¡Recordad el Maine!», la maquinaria bélica estadounidense se puso en marcha.

Sin mediar declaración de guerra, el presidente William McKinley ordenó el bloqueo naval de Cuba el 21 de abril. Al amanecer del día 22, la flota de Sampson (dos acorazados, cinco cañoneros y torpedero) se desplegó desde Cárdenas hasta Bahía Honda. La primera víctima fue el mercante español «Buenaventura», capturado mientras navegaba entre puertos estadounidenses, ignorante del inicio de las hostilidades.

Para España, la defensa era una misión imposible. La Escuadrilla de las Antillas, compuesta por buques obsoletos y mal mantenidos, contrastaba con la tecnología y el poderío naval estadounidense. Solo La Habana contaba con defensas costeras sólidas, pero incluso estas quedaron rápidamente superadas.

El bloqueo no se limitó a aislar la Isla. Los buques estadounidenses bombardearon ciudades costeras como Matanzas (27 de abril) y Cárdenas (11 de mayo), donde el torpedero Winslow resultó gravemente dañado. El corte de cables submarinos en Cienfuegos buscó aislar aún más a las autoridades españolas. Mientras tanto, la población cubana, ya devastada por la reconcentración de Weyler, enfrentó una nueva catástrofe: el bloqueo impedía la entrada de alimentos y medicinas, agravando la hambruna.

En junio, la llegada de la escuadra española del almirante Pascual Cervera a Santiago de Cuba desvió el grueso de las fuerzas estadounidenses hacia el oriente. Su aniquilación el 3 de julio (los barcos españoles fueron hundidos uno tras otro al intentar huir de la bahía) selló el fin de la resistencia naval española. Pese a ello, el bloqueo continuó: Manzanillo, Guantánamo y Baracoa sufrieron bombardeos sistemáticos, mientras decenas de mercantes eran interceptados.

La proclama del 25 de abril, que declaraba la guerra a España, enmascaró bajo un discurso de «liberación» una agenda clara, asegurar el dominio sobre Cuba. Los intereses económicos (azúcar, tabaco, minería) y el control de rutas marítimas estratégicas pesaban más que la independencia cubana. Tanto fue así que, tras la rendición española en agosto, Estados Unidos excluyó a los mambises de las negociaciones de paz e impuso la Enmienda Platt, asegurando su injerencia en la Isla en ese momento hasta 1934.

Entre abril y agosto de 1898, 35 buques fueron capturados y 22 lograron evadir el cerco. Pero las cifras ocultan el costo humano: miles de cubanos, ya víctimas de la guerra y la reconcentración, enfrentaron una crisis humanitaria ignorada por los «libertadores» del norte. El bloqueo naval, lejos de ser un acto altruista, fue el primer paso de una ocupación que prolongó la dependencia cubana y redefinió el mapa del poder en América.

Hoy, más de un siglo después, aquel abril de 1898 sigue siendo un recordatorio de cómo las potencias escriben la historia con cañones y narrativas convenientes, mientras los pueblos luchan por contar la suya.

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Los juristas son, en principio, servidores públicos imprescindibles.
Saludos desde México. La cultura de la previsión así como la calidad en el trabajo ayuda a los pueblos de…
Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…