Cada 29 de abril, el mundo se mueve al ritmo de la danza, y Cuba no es la excepción. Desde 1982, cuando el Consejo Internacional de la Danza (CID) y la UNESCO instauraron esta fecha en honor al natalicio de Jean-Georges Noverre, padre del ballet moderno, la jornada se ha convertido en un himno global a la diversidad cultural y al poder del movimiento para unir sociedades. En nuestro país, la danza es sangre y tradición, el día adquiere un significado especial, resonando desde los teatros hasta las calles.
Cuba es cuna de ritmos como la salsa, la rumba y el danzón, ha aportado al mundo una riqueza coreográfica que trasciende fronteras. El ballet, con figuras como Alicia Alonso y su emblemático Ballet Nacional de Cuba, se erige como símbolo de excelencia artística. Pero más allá de los escenarios, la danza aquí es un vehículo de identidad y resistencia. En barrios y escuelas, niños y jóvenes aprenden a expresar historias a través del cuerpo, reflejando el legado de una cultura donde el baile es pedagogía y celebración colectiva.

Este año, como cada abril, la isla se suma a las actividades globales a través de funciones y talleres que democratizan el acceso al arte, uno de los principios de la Revolución Cubana. Instituciones como la Escuela Nacional de Danza o el Centro de Danza Contemporánea de La Habana son prueba irrefutable de la vigente voluntad del Gobierno Cubano en priorizar la formación de bailarines, coreógrafos y demás profesionales del sector.
La UNESCO, al promover este día, subraya la necesidad de integrar la danza en la educación, algo que Cuba ha defendido por décadas, formando no solo artistas, sino ciudadanos sensibles. En un contexto donde el bloqueo económico desafía la creación, la danza cubana persiste como acto de resiliencia, un diálogo entre lo clásico y lo popular, entre lo local y lo universal.
¿De qué manera podemos honrar esta fecha especial? La manera ideal para conmemorar este día es entregándonos al ritmo. Démonos el gusto de vibrar con el movimiento y las melodías, rodeados de seres queridos. Como alternativa puedes transformar tu sala en un mini-teatro, sumérgete en documentales sobre danza clásica o filmes inspiracionales a través de plataformas digitales. Invita a los niños del hogar a convertirse en coreógrafos improvisados, dejando volar su creatividad en una presentación casera. La esencia radica en conectar mediante el lenguaje corporal, permitiendo que cada gesto cuente historias y active sonrisas.
Hoy, mientras el planeta celebra la danza como lenguaje de paz, Cuba recuerda que, en sus pasos, late la historia de un pueblo que convierte el movimiento en poesía. Y en esa poesía, como quería Noverre, no hay fronteras, solo cuerpos hablando el idioma de la humanidad.