Hoy 30 de marzo rendimos homenaje a Tomás Romay (1764-1849), un nombre que brilla con luz propia en la historia de la medicina en Cuba. Conocido principalmente por su valiente introducción de la vacuna en la isla, Romay fue un verdadero pionero que no dudó en experimentar con su propia familia para proteger a su comunidad.
Sin embargo, su legado va mucho más allá. Aunque se conocía la práctica de la autopsia en Cuba desde 1762, fue Romay quien dejó la primera referencia escrita en 1797. Describió con rigor científico la autopsia de un paciente que había sucumbido a la fiebre amarilla, sentando así las bases de la correlación clinicopatológica y abriendo la puerta a futuros estudios sobre esta devastadora enfermedad.
Considerado el padre de la medicina científica cubana, Romay no solo contribuyó a la salud pública a través de la vacunación, sino que también fue un apasionado defensor de la investigación científica, que es esencial para comprender y combatir las enfermedades.
A 176 años de su fallecimiento, recordemos su invaluable aporte a la medicina y la salud en nuestra nación. Su valentía y compromiso continúan inspirando a nuevas generaciones de profesionales de la salud. ¡Gracias, Tomás Romay!